A veces las piscinas "huelen mucho a cloro" y los ojos y la piel pican más de lo normal. En contra de la creencia popular, esto no se debe al cloro, ni es indicativo de que la piscina está muy limpia o que se acaba de higienizar. Suele ser por todo lo contrario. El olor característico "a cloro" es cuestión de química y es indicativo de una gran acumulación de suciedad.
Las piscinas no se cloran con cloro
Las piscinas no se cloran con cloro, al menos no con lo que los químicos llamamos cloro. El cloro (Cl2) en un gas, es altamente tóxico, irritante y corrosivo, por lo que su manipulación es muy peligrosa, por eso no se emplea en el mantenimiento de piscinas.
Lo que coloquialmente se llama cloro de piscina, y que con frecuencia se comercializa en pastillas o en disolución, es una sal denominada hipoclorito sódico (NaClO). Esta sal es oxidante y bactericida, por eso se utiliza para desinfectar.
El hipoclorito sódico se encuentra en algunos productos de limpieza. La lejía es una disolución al 2 - 2,5% de hipoclorito sódico en agua.
Cuando el hipoclorito sódico se disuelve en agua ocurre una reacción química denominada hidrólisis. Esto significa que estrictamente la sal no se disuelve en agua, sino que reacciona con ella. En esa reacción se produce ácido hipocloroso (HClO), que es un oxidante capaz de aniquilar microorganismos. También se producen iones hidroxilo (OH-) que son los responsables de la variación de acidez que experimenta el agua. Cuantos más, mayor será el pH del agua.
Por qué hay que ajustar el pH de las piscinas
Es muy importante que el pH de la piscina se mantenga entre 7,2 y 7,8 para evitar la corrosión y la formación de sarros.
Por debajo de ese pH la acidez del agua resulta corrosiva para los equipos de mantenimiento, puede decapar el yeso y atacar a los metales. Además, un pH de partida ácido dificulta la efectividad de los tratamientos de limpieza.
Por encima de ese pH el agua adquiere tendencia formadora de sarro. Es frecuente en zonas donde el agua es dura, donde hay alta concentración de sales de calcio. Para evitar esto existen sustancias secuestrantes capaces de mantener disuelto el calcio y que el agua no se enturbie. Si se deja al calcio campar a sus anchas se pueden producir depósitos que obstruyen los equipos, y si se deja el pH alto será un fastidio para los nadadores. Si la piscina tiene un pH superior al de la saliva, las proteínas salivales se descomponen con rapidez y se depositan en los dientes. Esta es la razón por la que los nadadores profesionales a menudo padecen el denominado «sarro de nadador».
De forma natural el agua de una piscina se va acidificando, va bajando su pH. Esto ocurre fundamentalmente por dos motivos. El primero es que el CO2 del ambiente se va disolviendo en el agua y la acidifica. Esto pasa sobre todo en ambientes cerrados. La radiación ultravioleta también destruye el ácido hipocloroso, lo que se denomina fotolisis, lo que contribuye a una mayor acidez. Esta bajada inevitable de pH se controla ajustando la cantidad de hipoclorito sódico que se añade o ajustando la periodicidad del tratamiento.
Para hacer un ajuste más fino del pH a menudo se utilizan otra serie de sustancias que amortiguan esas variaciones. Es habitual emplear amortiguadores de carbonato de sodio, ácido muriático o bisulfito de sodio.
Otros tratamientos: alguicidas, floculantes y enzimas
Además del hipoclorito sódico existen otros tratamientos que resultan útiles para lidiar con otros problemas de higiene típicos de piscina.
Los alguicidas son surfactantes, sustancias que favorecen la penetración del agua y el hipoclorito en el alga y que aceleran su destrucción. También se emplean sales de plata como alguicidas. Su actividad es antibacteriana. Las sales de plata funcionan inhibiendo la respiración celular y llevando el metabolismo del alga al colapso.
Los floculantes como las acrilamidas, el sulfato de aluminio o el hidroxicloruro de aluminio, funcionan haciendo que las partículas finas que escapan de los filtros se agreguen entre sí. Se formarán o bien flóculos que se depositan en el fondo y son fáciles de limpiar, o bien agregados suficientemente grandes como para quedarse retenidos en los filtros.
Para eliminar grasas y aceites que acaban en la piscina por la sudoración y los productos cosméticos, existen enzimas o catalizadores biológicos que aceleran su descomposición.
El agua pica y huele por las cloraminas (y por que hay gente muy guarra)
Cuando la piel y los ojos pican al salir de la piscina no es porque se haya clorado en exceso o recientemente. La causa de los ojos rojos, el picor de piel y el clásico «olor a piscina» es de las cloraminas.
Las cloraminas se producen cuando el ácido hipocloroso de los productos de limpieza reacciona con compuestos nitrogenados. El origen de estos compuestos nitrogenados está en los usuarios de la piscina. Tanto el sudor como la orina contienen esta clase de compuestos nitrogenados.
Por eso, por higiene y por civismo, hay que darse una ducha antes de entrar en la piscina para no contaminarla con sudor y así evitar la formación de cloraminas. Obviamente tampoco se puede orinar en la piscina. Sin embargo, la gente es más maleducada de lo que parece: de media en una piscina de dimensiones olímpicas se encuentran hasta 225 litros de orina.
Las cloraminas son altamente tóxicas e irritantes, de ahí que desencadenen picores y malestar. Por ese motivo, si los ojos pican mucho o la piscina huele mucho a piscina, eso es indicativo de que hay presencia de cloraminas. Esto implica lo opuesto a la creencia popular: no se ha producido un exceso de cloración, sino todo lo contrario, lo que realmente hace falta en esa piscina es clorarla con urgencia.