La desinformación que mejor cala es aquella que tiene cierta componente de verdad. Desde un punto de vista químico, tanto el gas ozono como la radiación ultravioleta C pueden inactivar al coronavirus. No hace falta hacer un estudio científico para saber que los dos pueden destrozarlo, literalmente. Esta es la media verdad. La verdad completa es que en química todo depende de la dosis. Si te quedas corto, al coronavirus no le haces ni cosquillas, y si te pasas, además de inactivar al coronavirus, te pones tú el peligro, a tus trabajadores, a tus clientes y a tus productos.
Ahí radica la importancia de medir. Por eso se han hecho ensayos biocidas con sustancias que químicamente sabemos que pueden inactivar al coronavirus. En estos ensayos se comprueba si una sustancia es efectiva, a partir de qué cantidad y en cuánto tiempo funciona. De un ensayo así ha salido la famosa recomendación de desinfectar con lejía al 0,1% que inactiva al virus en menos de un minuto. Lo sabemos porque lo hemos medido. Sabemos que por debajo de esa concentración la efectividad de la lejía cae en picado. También sabemos que si fuese necesario desinfectar con lejía de concentración profesional, la llamada HIPO 10 o superior, no podríamos manejarla en el entorno doméstico porque sería muy peligroso.
El problema de los ozonizadores y las lámparas de ultravioleta C es que no se ha hecho un ensayo biocida que determine la dosis necesaria para inactivar al coronavirus. Si esto se hiciese, después habría que considerar los riesgos y así establecer un protocolo de aplicación. Nada de esto existe, así que quienes están vendiendo servicios de desinfección con ozono o con ultravioleta lo están haciendo a ciegas, sin conocer ni los riesgos ni la eficacia de esos métodos.
Ozono
A algunas personas el ozono les suena a limpio o a aire puro. Nada más lejos de la realidad. Esto es debido a dos motivos. El primero es que tiene un olor característico que genera sensación de limpieza. Es el mismo olor que notamos durante las tormentas con descargas eléctricas. La sensación de limpieza es irreal.
El segundo motivo es que se asocia con la capa de ozono de la estratosfera que nos protege de la radiación ultravioleta, sobre todo de la más peligrosa, la UVC. Sin embargo, cuando el ozono se encuentra a nivel del suelo, se le llama ozono troposférico. Es un gas peligroso y altamente contaminante.
El ozono es un gas con un alto poder oxidante. Es capaz de romper enlaces C-C, es decir, puede destrozar casi cualquier tipo de compuesto orgánico: proteínas, lípidos, material genético… Como el coronavirus está formado por este tipo de compuestos, obviamente el ozono podría inactivarlo. Lo importante es que también nuestro organismo está formado por el mismo tipo de compuestos orgánicos, así que lo que puede dañar al virus también nos puede dañar a nosotros.
Usamos ozono en tratamiento de aguas. Además de sistemas de cloración (que funcionan por oxidación), el ozono se emplea para potabilizar el agua. Tiene la ventaja de que el proceso no genera halogenuros contaminantes y de que con el tiempo el ozono se descompone en gas oxígeno, así que es un método bastante sostenible que produce un bajo impacto medioambiental.
En entornos profesionales como laboratorios de química, bioquímica, biología, biomedicina o biotecnología, entre otros, el uso de gas ozono como desinfectante está a la orden del día. Su naturaleza química y su poder oxidante lo convierten en un excelente biocida. Es capaz de acabar con una gran variedad de microorganismos patógenos, así que en el laboratorio lo usamos para esterilizar zonas de trabajo. Para hacerlo utilizamos ozonizadores profesionales que generan elevadas concentraciones de gas ozono. Los métodos de producción son variados. El más común es el ozono producido por efecto corona a partir de oxígeno, por fotoquímica usando luz ultravioleta a partir del oxígeno del aire, por electrólisis a partir de agua, y por plasma frío a partir de oxígeno. El manejo de estos aparatos lo llevan profesionales cualificados en sanidad ambiental. Es decir, este servicio no lo debería ofrecer cualquier empresa de limpieza.
Para desinfectar un laboratorio con ozono, primero hay que desalojar. Y después de ozonizar durante horas, un profesional debe entrar con un equipo de protección individual (EPI) y un dispositivo para medir si la cantidad de ozono residual que ha quedado en el ambiente es segura. Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (EU-OSHA), el límite legal de exposición admisible es de 0,1 ppm.
Así que no se puede usar gas ozono en presencia de personas. El ozono está clasificado como «sustancia peligrosa» por la OSHA, es decir, por las autoridades sanitarias en materia de seguridad. Los principales riesgos para la salud de su manipulación son: el ozono es tóxico por inhalación, irrita las vías respiratorias pudiendo llegar a causar edema pulmonar en exposición crónica; en contacto con los ojos y la piel puede causar quemaduras graves; podría causar mutaciones y daños reproductivos.
Una forma gráfica de explicar lo peligroso que es: usar un ozonizador profesional en un establecimiento es lo más parecido a tener un rociador de lejía pura. Los efectos, desde el punto de vista químico, serían similares. Sería peligroso para los trabajadores y para los clientes. También destrozaría la mercancía. Si no rociarías la ropa, los zapatos o la bisutería con lejía, tampoco la rocíes con ozono. Es como matar moscas a cañonazos.
En la actualidad se comercializan otro tipo de dispositivos para purificar el aire que dicen hacerlo con ozono. Son una suerte de ozonizadores domésticos. Se usan sobre todo para eliminar malos olores. Pero no se ha probado que estos dispositivos tengan algún efecto sobre el coronavirus, ya que la dosis de ozono que producen es mínima.
Además hay que recordar que lo que hay que desinfectar son los objetos potencialmente contaminados con virus, los llamados fómites, no el aire. Por eso según el Ministerio de Sanidad, tampoco sirven para nada los túneles o arcos de desinfección por ozono. Si una persona está enferma de COVID-19 o es portadora del virus, aunque la rocíes por fuera con un biocida, el virus está en su interior y lo va a exhalar igualmente al hablar o toser. Por otro lado, y más importante, es peligrosísimo nebulizar ozono sobre la gente. Así que los túneles de ozono son tan peligrosos como ineficaces.
Ultravioleta
La radiación ultravioleta la dividimos en tres franjas de menor a mayor energía: UVA, UVB y UVC. Desde el punto de vista químico la radiación ultravioleta de alta energía se considera ionizante. Esto quiere decir que es capaz de arrancar electrones, desestabilizar moléculas, romper enlaces químicos y generar especies reactivas. Por eso la radiación ultravioleta puede producir daños importantes en la salud: formación de radicales libres, estrés oxidativo, hiperpigmentación... y lo más importante, las tres son radiaciones mutagénicas, es decir, con capacidad de dañar el ADN. Esto se traduce en cáncer.
La más dañina es la más energética, la UVC. Es capaz de producir daños reversibles en el ADN, es decir, es radiación mutagénica; y también produce daños irreversibles en el ADN, es decir, rompe el ADN de forma irreparable causando la muerte celular. Esta radiación nos produciría también quemaduras en la piel y en la retina, llegando a causar ceguera.
El sol produce los tres tipos de radiación ultravioleta, pero casualmente la capa de ozono absorbe la UVC y nos protege de ella.
Igual que es capaz de dañar nuestras células, la UVC daña a los microorganismos, por eso en el laboratorio la utilizamos para esterilizar superficies. Es la luz que ponemos en las cabinas de flujo en las que se trabaja con virus. Eso sí, antes desalojamos el laboratorio y desinfectamos previamente con productos biocidas. Nunca se usa sobre personas.
Por la peligrosidad del manejo de estos dispositivos no se usan ni en comercios ni en casas, por eso las autoridades sanitarias como la OMS han alertado sobre el peligro de usar lámparas ultravioleta para desinfección.
Otro problema es que no sabemos cómo las lámparas de UVC afectan al nuevo coronavirus: tiempo de aplicación, longitud de onda óptima, alcance, penetrabilidad... Estos son datos que conocemos sobre otros microorganismos, pero no sobre el coronavirus. No sabemos en qué condiciones el UVC inactiva el virus. Por eso todo lo que no haya superado un ensayo biocida no se debe usar.
Por otro lado tenemos las lámparas ultravioleta de uso doméstico. Estas lámparas no tienen suficiente potencia ni energía para garantizar la desinfección de coronavirus. Las que se usan para el secado acelerado de los esmaltes de uñas emiten radiación UVA, de menor energía, así que son ineficaces. Y las que dicen producir UVC no tienen potencia suficiente. Si la tuviesen serían un peligro sanitario.
Conclusiones
Sabemos que el virus SARS-CoV-2 se encuentra en las gotículas que una persona enferma o portadora emite al hablar, toser o estornudar. Estas gotículas portadoras de virus no se mantienen flotando en el aire, sino que caen por acción de la gravedad depositándose sobre las superficies, con un alcance entre 1 y 2 m, por lo que pueden transmitirse de una persona a otra por contacto directo o por contacto con las superficies contaminadas con el virus. Por ello, ahora más que nunca es fundamental llevar a cabo una limpieza y desinfección exhaustiva de las superficies con las que entramos en contacto, para prevenir el contagio, mitigar la expansión del virus y contener la propagación de la COVID-19.
Para desinfectar los establecimientos debemos seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias. No son tan exóticas como el ozono o el ultravioleta, pero son las que sabemos que sí funcionan, así que son las que verdaderamente nos proporcionan seguridad.
Las autoridades sanitarias recomiendan lejía diluida para la limpieza de superficies. Alcohol de más del 60% para dispositivos electrónicos. Agua y jabón, o gel hidroalcohólico para limpieza de manos. Mantener la distancia de seguridad de al menos 2 m. Usar mascarilla quirúrgica si no se puede garantizar la distancia de seguridad. Todo esto que es tan fácil de cumplir es lo que verdaderamente funciona. Parece que, por fácil, a alguno le ha dado por probar cosas exóticas, a ver si hay suerte, y de tan exóticas está poniéndonos a todos en peligro.
Ante cualquier duda o especificidad de tu negocio para mantener el nivel de desinfección exigido, ponte en contacto con un servicio de prevención de riesgos laborales. Ahí podrán asesorarte de acuerdo con las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Además de las recomendaciones generales, el Ministerio de Sanidad ha difundido un listado de productos viricidas eficaces contra el coronavirus. En esta lista no están ni el ozono ni el UVC. En esa lista hay productos viricidas diferenciados por el tipo de usuario. Los de uso por público general son los que cualquiera puede usar e incluso comprar en algunos supermercados. Son los que usarán las Empresas de Limpieza. El resto de productos biocidas que están autorizados para ser usados por personal profesional y por personal profesional especializado, requiere una serie de conocimientos y capacidades establecidas en la normativa sanitaria sobre capacitación para la aplicación de biocidas. Estos productos son utilizados por las Empresas de Servicios Biocidas a terceros inscritas en el Registro Oficial de Servicios Biocidas de las Comunidades Autónomas (ROESB). Estas empresas están sujetas a inspecciones sanitarias, disponen de personal técnico cualificado para el desempeño de su trabajo, y se autorizan conforme a la legislación nacional y autonómica. También pueden utilizar estos productos las Unidades NBQ de las Fuerzas Armadas y la Unidad Militar de Emergencias, que han sido expresamente autorizados por el Ministerio de Sanidad mientras se mantenga el estado de alarma.
El que vende ozono o lámparas ultravioleta para desinfectar tu negocio o te está engañando a ti o le han engañado a él. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto y parar esto. La salud de todos está en juego.
Si tienes un negocio respétalo, respeta a tus trabajadores, a tus productos y a tus clientes. Sigue las indicaciones de las autoridades sanitarias. Dejémonos de inventos exóticos. Porque no todo lo que parece ciencia lo es, o solo lo es a medias. Para hacer ciencia hay que medir. Que algo sea potencialmente efectivo no quiere decir que lo sea. Depende de la dosis. Por eso, por exceso o por defecto, usar ozono o UVC es un peligro.