El azul es lo invisible haciéndose visible. Esto lo escribió el artista Yves Klein sobre el azul ultramar.
Y es que el azul es invisible. Invisible es una palabra acertadísima para el azul. El azul ha sido invisible desde el punto de vista de la ciencia, del arte e incluso del lenguaje. El azul siempre ha aparecido más tarde en la evolución de los idiomas. Homero nunca escribió en La Odisea que el mar fuera azul, sino "negro como el vino". Tampoco en las cuevas de Altamira hallamos azul. ¿Cómo iban a pintar con azul si apenas existen piedras de color azul? Al fin y al cabo, los primeros pigmentos se extraían sobre todo de la molienda de piedras, por eso destacan los ocres, marrones y rojos.
La piedra azul de la que se extrae el pigmento azul ultramar es el lapislázuli. Los principales yacimientos de lapislázuli se encuentran en Afganistán. Se trajo a Europa desde más allá del mar. De ahí el nombre azul ultramar, el azul que viene desde más allá del mar.
Era carísimo. Fue el pigmento más caro de todos los tiempos, más caro incluso que el oro. Por eso Miguel Ángel no pudo concluir una de sus pinturas, 'El santo entierro'. Durero llegó a vender obras de arte a cambio de unas onzas de pigmento. Y Vermeer se endeudó por su obsesión por aquel color. Cualquier obra de arte pintada con azul ultramar adquiría inmediatamente la categoría de objeto de lujo. El azul divino. Tanto es así que este color fue generalmente restringido a las vestiduras de las imágenes de la Virgen.
La historia del arte se puede contar a través del azul. Los impresionistas no utilizaban negro, utilizaban azul. Y es que el negro no existe. La oscuridad, las sombras, están compuestas por colores fríos. Los impresionistas pretendían captar la impresión de la luz, y el negro es por definición la ausencia de luz. No se puede pintar. Declararon al negro como un color proscrito. Los paraguas negros de Renoir son negros a nuestros ojos, pero son azules para los científicos y para los artistas. Los paraguas de Renoir están pintados con azul cobalto y, por supuesto, con azul ultramar.
Con azul ultramar se pintaron los cielos rafaelinos y los cielos de Van Gogh. Los antiguos griegos describieron el lapislázuli como un claro cielo nocturno repleto de estrellas. El zafiro de la Biblia era probablemente lapislázuli. Es una piedra colmada de destellos dorados y veteados marmóreos. Los reflejos dorados no son de oro, en contra de lo que popularmente se creía, sino de pirita, un mineral de sulfuro de hierro, que es maravilloso, pero no es oro. Los vetados grises y blanquecinos son de calcita y las salpicaduras son de mica y sodalita.
En el siglo XIX el azul ultramar alcanzó su máximo valor. Era urgente encontrar un método para fabricarlo de forma sintética, sin tener que triturar piedras de lapislázuli. En 1824 la Sociedad de Fomento de París ofreció un premio de 6.000 francos a la primera persona que sintetizara azul ultramar a un precio de 300 francos por kilogramo o menos. Cuatro años más tarde se presentaron casi simultáneamente Jean-Baptiste Guimet, un químico francés, y Christian Gmelin, un químico alemán. El procedimiento consistía en hornear una mezcla de arcilla, azufre, sosa y carbón. Guimet fue el primero en producir industrialmente el pigmento en 1828, aunque manteniendo en secreto la elaboración. Ese mismo año, Gmelin publicó su procedimiento. El comité de la Sociedad de Fomento de París resolvió concederle el premio al francés Guimet en lugar de al alemán Gmelin. Así fue como el azul ultramar sintético se acabaría conociendo como "azul ultramar francés".
El azul ultramar es invisible para la ciencia. No solo por la dificultad de su síntesis en laboratorio, sino porque su color es en gran medida un enigma científico. La mayoría de los pigmentos empleados en arte deben su color a la presencia de metales de transición. Los diferentes estados de oxidación de estos metales son los responsables del color. Sin embargo, el azul ultramar no contiene metales de transición. Químicamente el azul ultramar es un vulgar aluminosilicato.
Lo más interesante de este aluminosilicato no es su composición, sino su estructura. Se conoce como estructura tipo sodalita. La sodalita es una suerte de construcción modular. Cada uno de esos módulos, conformados por silicio, oxígeno y aluminio, se parecen a balones de fútbol de escala atómica, apilados unos sobre otros. Hay cavidades entre los balones y dentro de los propios balones, y estas cavidades dan cobijo a átomos de sodio y azufre.
Los científicos describimos lo enigmático del color azul ultramar a través de sus átomos de azufre. Resulta que están unidos entre sí de tres en tres, igual que los tres átomos de oxígeno que conforman las moléculas de ozono. Esta unión es tan particular, que para mantenerse así absorbe la radiación visible comprendida entre 610 y 620 nm de longitud de onda. Esa radiación es el color naranja. Si algo absorbe una franja de radiación visible significa que la que nosotros vemos es la que refleja, y esa radiación se corresponde con la del color complementario. El color complementario al naranja es el azul, entre 480 y 490 nm, la longitud de onda del color azul ultramar. La longitud de onda de lo invisible haciéndose visible.