Hace unos días falleció el artista Richard Serra con 85 años. Serra es uno de los artistas a los que dediqué un capítulo entero de mi tesis doctoral en química. Él utilizaba el acero por lo que tiene de poético, por lo que es capaz de contar a través de la forma y de la materia. Serra es el escultor del tiempo. Y el tiempo es un término difícil de definir, un tema inagotable de la filosofía que estimula a las artes y a las ciencias. Para Newton, el tiempo es una variable física que nos ha sido dada, un atributo de Dios que expresa su divina eternidad, puesto que no tiene ni principio ni final. Sin embargo, para Kant el tiempo es una variable sensible, una intuición del ser humano que sin él no existiría. La palabra tiempo se define en los diccionarios en función del cambio y del orden. El tiempo existe porque las cosas mutan y es una magnitud que permite ordenar los acontecimientos. Tanto el cambio como el orden son conceptos recurrentes en ciencia. Los químicos estudiamos los cambios de la materia y generamos conocimiento ordenando la información que recopilamos de la materia, de ahí surgió la famosa tabla periódica de los elementos.
Medimos el tiempo en segundos según el Sistema Internacional de Unidades, sin embargo, en la vida hay segundos que parecen más largos que otros. Los veranos de la infancia son infinitos y los de la edad adulta son fugaces, aunque duren exactamente la misma cantidad de segundos. Es como si el tiempo se curvase con el peso de la vida, igual que se curva con la fuerza de la gravedad.
La forma del espacio también afecta a la percepción del tiempo. Una carretera recta transcurre más lenta que una plagada de curvas. Esto lo sabía muy bien Richard Serra. Una de sus esculturas más famosas, La materia del tiempo, que está instalada en el Museo Guggenheim de Bilbao, es un campo de esculturas que se recorre como una sucesión de pasillos angostos. Planchas de acero que se elevan por encima de los 4 metros, que se curvan estrechando unas veces el suelo, otras el techo, provocando que el paso se acelere o se frene en función de la forma que lo rodea. En ningún punto se ve el final hasta que se llega al final del recorrido, así que no hay estimación posible del tiempo, lo que genera una encantadora inquietud.
Richard Serra esculpe el tiempo con la forma, pero también lo hace con la materia. Su gusto por el acero tiene que ver con lo que este material cuenta del tiempo. El acero es en realidad una familia de materiales cuya base principal es una aleación –una mezcla– formada por hierro y carbono. Si contiene más de un 2,11% de carbono, entonces no se llama acero, sino fundición. Las fundiciones son más frágiles que el acero y no se pueden forjar, sino que tienen que ser moldeadas. Los aceros, en cambio, son menos flexibles que el hiero y mucho más resistentes. Para hacerlo inoxidable, el acero se alea con al menos un 10% de cromo, un metal que funciona como una especie de mártir de la oxidación, capturando el oxígeno e impidiendo que éste afecte a la matriz de hierro del acero. Hay otras maneras de proteger el acero de la corrosión, como por ejemplo aplicando pátinas, que sería como poner un traje de tierra al acero que protege su interior.
Richard Serra utilizaba con frecuencia aceros patinables, por eso sus esculturas de acero son de colores que van del naranja al marrón casi negro. Esa capa superficial está formada por óxidos e hidróxidos de hierro de diferente composición. Tienen aspecto terroso porque son realmente tierra, es hierro que se ha transformado químicamente en la tierra de la que vino, puesto que el hierro se extrae de la tierra como rocas y se reduce hasta extraer el metal puro. El acero corten es un tipo de acero patinable, un acero con un ropaje de tierra muy particular. Es más resistente a la corrosión –de ahí viene la primera parte de la palabra corten– y más tenaz –de ahí la segunda parte de la palabra corten–. Esto se logra incorporando cobre y fósforo respectivamente.
El acero de Richard Serra está cubierto por una capa de óxidos que representan el paso del tiempo. Cuando un metal se resquebraja como un terruño es porque el tiempo ha hecho mella en él. Por eso Serra utiliza el acero patinable de tipo corten como un símbolo universal del tiempo, de ahí el título de su obra La materia del tiempo. La forma y la materia de su escultura funcionan como definiciones del tiempo, tan específicas como las que ofrece la ciencia. Al final, todo lo que una vez fue tierra, con el tiempo acaba volviendo a ser tierra. Que la tierra te sea leve, querido Richard Serra.