Estos días a cuenta del nuevo coronavirus se están compartiendo recetas caseras para fabricar gel desinfectante. La mayoría son mezclas que, desde el punto de vista químico son peligrosas de realizar, pueden acarrear problemas para la piel y, en la mayor parte de casos además son ineficaces contra el virus.
Hace una semana, la fiesta de cumpleaños de Ekaterina Didenko terminó en tragedia. Tres personas fallecieron, entre ellas su marido. Ekaterina es una mujer rusa con más de 1 millón de seguidores en redes sociales. Se define como una influencer proveedora de medicamentos y productos sanitarios. En su cumpleaños echaron hielo seco a la piscina para cubrirla con una niebla espesa muy cinematográfica. Lo retransmitió todo en directo en sus redes sociales. Algunos invitados se tiraron a la piscina creyendo que aquello era inofensivo.
En verano de 2018, una mujer madrileña de 30 años fallecía tras inhalar los gases producidos por mezclar productos de limpieza. La hipótesis que se mantiene es que la mujer mezcló lejía con amoniaco, produciendo una peligrosa reacción química en la que se forman unas sustancias tóxicas en gran concentración llamadas cloraminas. El clásico "olor a piscina" se debe a las cloraminas.
El caso más famoso, afortunadamente sin víctimas, sucedió en agosto de 2008, cuando una socorrista de San Sebastián de los Reyes mezcló dos productos de saneamiento de piscinas que produjeron una corriente de gas cloro. De ahí salió la célebre frase ¡La he liao parda!
Desde el punto de vista científico es posible describir todas las reacciones químicas y cambios físicos que se producen al echar hielo seco en una piscina. El hielo seco es dióxido de carbono (CO2) en estado sólido. Se llama hielo seco porque pasa de estado sólido a gaseoso sin pasar por el estado líquido. Esto se conoce como sublimación.
El hielo seco permanece "congelado" a presión normal a -78,5ºC. Es relativamente fácil de fabricar. Esto sumado a la baja temperatura que alcanza y a la sublimación, hacen que el hielo seco sea un refrigerante efectivo, ya que es más frío que el hielo de agua y no deja residuos líquidos cuando cambia de estado. Estas cualidades resultan muy útiles en industria. También se usa de forma cotidiana para mantener la refrigeración, por ejemplo en neveras portátiles y recipientes para helado.
Por encima de la temperatura de -78,5ºC el hielo seco comienza a sublimar, es decir, a pasar a estado gas. Por eso cuando el hielo seco entra en contacto con agua en estado líquido, que estará a más de 0 oC, sublima con violencia. Si el agua está a más temperatura, como por ejemplo en una piscina, el choque térmico es mayor, por eso parece que los trozos de hielo seco comienzan a hervir.
Gran parte del hielo seco se evapora. Como el CO2 tiene una densidad menor que el aire, tiende a permanecer en las capas bajas, pegado a la superficie del agua de la piscina y apenas asciende. Como consecuencia del choque térmico, también se produce vapor de agua que condensa rápidamente formando minúsculas gotas que potencian el color blanquecino de la niebla.
Por cada kilogramo de hielo seco que se echa en el agua se producirán más de 500 litros de gas de CO2. Si no hay ventilación, la nube de CO2 puede llenar gran parte del espacio y desplazar el oxígeno. Esto es lo que provocó que las personas que se tiraron a la piscina se asfixiasen en pocos segundos, porque todo el gas que tenían a su alrededor estaba compuesto por CO2.
A esto hay que sumarle otros procesos que magnifican los daños. En la fiesta de Ekaterina se echaron 25 kg de hielo seco en una piscina interior. No había ventilación suficiente para evacuar todos los litros de CO2 gas producidos. Podría haber causado la asfixia de más personas, incluso de las que no se tiraron a la piscina. Además, la temperatura del agua de la piscina descendería rápidamente a niveles en los que se podría producir la congelación parcial de las extremidades, dificultando la salida. El contacto con los trozos de hielo también produce quemaduras por frío por la misma razón. El agua contenida en el citoplasma de las células se congela inmediatamente en contacto con el hielo seco provocando la muerte celular. Por eso el hielo seco hay que manipularlo con guantes adecuados para evitar quemaduras.
El hielo seco reacciona químicamente tanto con el agua como con algunos productos de saneamiento típicos de las piscinas. Esto agrava todavía más la situación. El dióxido de carbono no se disuelve en agua, sino que reacciona con ella. El CO2 que no sublima permanece en el agua y reacciona con ella formando ácido carbónico (H2CO3). Esto produce un aumento de la acidez del agua, es decir, un descenso del pH. Con tanta cantidad de hielo seco, la acidez alcanzada podría dañar la piel, los ojos y las mucosas. A su vez, el ácido carbónico reacciona con el hipoclorito (NaClO) con el que se cloran las piscinas provocando la formación de cloro gas (Cl2). Así que parte del gas que inhalaron los afectados estaba también cargado de cloro, que es un gas altamente irritante y tóxico.
Desde el punto de vista químico, esta reacción es similar a la que sucedió en la piscina de San Sebastián de los Reyes en 2008. La socorrista mezcló el hipoclorito con el que se sanea la piscina con el ácido débil que se utiliza para controlar el pH del agua, comúnmente ácido clorhídrico (HCl). La mezcla de estas sustancias da lugar a una reacción química en la que se produce cloro gas (Cl2). La socorrista lo describió como un chorro de gas amarillo, así que efectivamente se trataba de cloro gas.
La mujer que mezcló amoníaco con lejía para limpiar estaba llevando a cabo una reacción química de naturaleza similar. La razón es que la lejía de limpieza contiene hipoclorito sódico (NaClO), el mismo compuesto con el que se cloran las piscinas. El hipoclorito de la lejía reacciona con el amoniaco (NH3) produciendo cloraminas (R2NCl y RNCl2). Las cloraminas que se desprenden generan sensación de asfixia, son tóxicas por inhalación y queman las vías respiratorias, las mucosas y los ojos. Por eso jamás se deben mezclar productos de limpieza, porque pueden dar lugar a reacciones químicas peligrosas.
Con respecto al producto estrella del momento, el gel desinfectante contra el coronavirus, algunas personas se han aventurado a jugar a ser químicos formuladores y a seguir recetas de los más variopintas que han encontrado por Internet. También se ha difundido la guía para la elaboración de gel hidroalcohólico de la Organización Mundial de la Salud como si se tratase de una receta casera.
La guía para la elaboración de gel desinfectante de la OMS está dirigida a profesionales, o bien químicos formuladores o bien farmacéuticos. No es una receta casera. Se necesitan unas condiciones de asepsia que no se pueden garantizar en la cocina de casa, por eso se fabrican en laboratorio. Hace falta material de medida de precisión como pipetas o probetas, alcoholímetros para hacer el control de calidad, reactivos químicos de pureza conocida como etanol, alcohol isopropílico, glicerol o peróxido de hidrógeno que no se pueden adquirir fácilmente. Manipular estas sustancias sin las medidas de protección adecuadas, ni los conocimientos científicos requeridos, es peligroso. Por ejemplo, el peróxido de hidrógeno de elevada concentración puede causar quemaduras químicas en la piel, mucosas y ojos. El alcohol isopropílico y el etanol son irritantes, altamente inflamables y deshidratantes.
Hay fórmulas caseras que además son peligrosas para la piel e ineficaces contra el coronavirus. Por ejemplo, circulan recetas absurdas a base de alcohol sanitario mezclado con aloe vera, árbol de té y aceites esenciales, entre otras cosas. Para empezar, esta mezcla no sirve para inactivar al virus, principalmente por la baja concentración de alcohol y porque no se podría garantizar que la mezcla sea homogénea, es decir, cuánto desinfectante se aplica con cada dosis. Además, las medidas son arbitrarias e imprecisas: cucharadas, vasos… como si se tratase de una receta de cocina. En ciencia se mide, se mide de verdad, no usamos cucharadas.
Tampoco se tiene la garantía de que estos ingredientes sean puros o estén esterilizados, con lo que pueden ser un foco de contaminación. El aloe vera extraído directamente de la planta, sin las condiciones de higiene de un laboratorio, es un nido de bacterias. Los aceites esenciales son considerados potencialmente alérgenos, por eso la industria cosmética o bien no los incluye jamás en sus formulaciones, o bien tiene a la mayoría en la cuerda floja. Los alcoholes, ya sea isopropílico o etanol, son altamente deshidratantes para la piel, por lo que su uso continuado en formulaciones que carecen de emolientes o humectantes, acaba dañando la piel. Así que fabricar un gel desinfectante en casa es peligroso, es ineficaz y además puede causar problemas de alergia en la piel.
Además, no hay que olvidar que la recomendación de las autoridades sanitarias es lavarse las manos con agua y jabón. Es más eficaz y seguro. El gel desinfectante es solo un complemento de higiene más.
Desgraciadamente hay muchos otros ejemplos de accidentes producidos por el manejo de sustancias que reaccionan entre sí. Hay sustancias que resultan tan familiares que algunos les pierden el miedo, incluso a pesar de las advertencias que figuran en los envases. Esto pasa con los productos de limpieza, con los de saneamiento de piscina, e incluso con el hielo seco, que actualmente se usa hasta para decorar bebidas. Cualquier tipo de ignorancia es peligrosa, sobre todo cuando se le pierde el respeto. Por eso las mezclas, las pruebas y la fabricación de productos, hay que dejarlas en manos de profesionales. La química es una cosa seria. No es un juego.