Nunca un tema de conversación ha sido tan omnipresente. Jamás una alarma ha sido tan ignorada. El miércoles se cierran colegios y guarderías para hacer frente a la galopada de la pandemia y los padres nos lanzamos con los chamacos a los parques. A que los churumbeles socialicen, intercambien mocos y rocen todo columpio a su alcance.
Por lo visto los críos pueden no desarrollar los síntomas, pero sí transmitir las miasmas multiplicadas a la enésima potencia a su entorno, abuelos incluidos. Y los veteranos son la base de la dieta del coronavirus. Unos días en casa pueden evitar que cierren la comunidad o incluso el país. Por una vez, no queramos ser más listos que el médico.