Mentir pero con arte. Con la mirada al frente, el dedo acusador y el tono desafiante. Posadas las manos como garras de águila de San Juan sobre ese atril a modo de faro de occidente.
Detrás, mucha enseña al viento para rubricar el fin patriótico de cuantos infundios lancemos. Aplomo y gallardía a raudales para meter trolas hiperbólicas con datos amañados y fines torticeros. De eso van algunos en campaña. De retorcer la realidad hasta encajarla con nuestros miedos y sus intereses. De señalar enemigos de la patria con datos y estudios de barra de bar. ¿Y que luego alguien lo comprueba y nos quiere corregir? Pues con mayor descaro aún, reivindicamos nuestra sacrosanta libertad para reinterpretar la historia, la estadística o el antiguo testamento. Mi amor a la patria está por encima de nimiedades como la verdad o los hechos comprobados, oiga.
Y de todas formas... dejadles que verifiquen. La mentira es mucho más viral que su corrección.