Me levanto el jueves con los datos aportados por Sanidad de 5.187 contagiados más en las últimas 24 horas en Madrid y con la Comunidad acaparando el 43% de los casos de toda España. El ministerio de Illa aporta la cifra de 710 casos por cada 100.000 habitantes, otra vez campeones de Europa. Treinta segundos después entra en escena el optimista consejero madrileño del ramo felicitándose por la evolución de la pandemia en Madrid y pidiendo, más bien exigiendo, que el Gobierno central levante las restricciones sobre la capital y 9 municipios del entorno para volver al confinamiento anterior, al de los barrios de bajas rentas. Saca además pecho de unos datos que poco o nada tiene que ver con los de sus colegas del ministerio de Sanidad: lento pero constante vaciado de hospitales y apertura de grandes claros en las plantas UCI. Emocionado, apunta que los contagios en Madrid se han desmayado hasta los 518 casos por cada 100.000 habitantes (París ha cerrado sus bares con 250 casos por cada 100.000 habitantes). Añade además que lo urgente es volver a confinar únicamente los barrios afectados porque es el sistema que funciona de verdad. El de sus expertos. Y nos aclara además que lo dice "sin triunfalismos" (SIC). Preguntados por el baile de cifras, Moncloa y Madrid apuntan a que no comparten los datos del contrario y que ni siquiera saben cómo el otro elabora los datos. Todo muy tranquilizador para el madrileño raso que contempla espantado la falta de consenso político hasta para contar los vecinos que entran por la puerta de urgencias.

Y todo ello unas horas después de que sendos equipos de trabajo, uno por cada institución, se reunieran con un único acuerdo: seguir reuniéndose en un futuro próximo. Con calma, que las prisas son malas.

Hasta donde yo sé este el único país de Europa que además de una pandemia sufre los efectos de una vergonzante falta de acuerdos y de liderazgo en la lucha contra esta miasma, lo que no hace sino aumentar los efectos y desastres de la enfermedad.

En España sabemos que la cosa pinta mal por las declaraciones y experiencias de sanitarios y expertos, que podrán haberse equivocado allá por marzo al advertirnos sobre la gravedad de la Covid , pero son los únicos que tienen la preparación y los conocimientos para analizar en qué estado se encuentra la enfermedad y dónde nos puede llevar. Nuestros políticos, al menos los de los dos principales partidos, los que han tenido responsabilidades de Gobierno, prefieren utilizar este desastre como arma política con mira cortoplacista. Guerra de datos y contra-datos para desprestigiar los expertos del contrario, retorcer las cifras para que brille alguna pírrica victoria propia y retumben como muros caídos los errores ajenos. Todo vale para desgastar al contrincante, incluso responsabilizarle de nuestra propia inacción, contradicciones o falta de rigor. Y en esa zona de guerra, enfangada, peligrosa, roturada para el populismo, se mueve el ciudadano, que poco a poco pierde su confianza en unos y otros con riesgo de acabar dándosela a políticos de aluvión de esos que niegan el virus, aseguran que confinar temporalmente es un "golpe de Estado" contra la libertad del individuo y priman la economía por encima de la salud. O aseguran que suspender el desfile militar del 12 de octubre en pleno pico de la segunda ola esconde "motivos ideológicos". Esos políticos de mucho golpe en el pecho, perenne bandera y mentalidad "vintage", son los únicos favorecidos por la perpetua bronca política entre los diferentes gobiernos.

Para que el ciudadano no pierda la fe en el vapuleado sistema hace falta transparencia. Seis meses después de iniciarse esta pesadilla seguimos sin conocer el número real de fallecidos, las ayudas llegan con meses de retraso, los ERTE se aprueban in extremis uno tras otro, los datos bailan y nunca coinciden, las interpretaciones abundan como los intereses políticos y no hay un liderazgo claro que suponga una luz entre tanta tristeza y zozobra. Era de esperar que la revista The Economist atribuya los pésimos datos de la lucha contra la Covid en España a la "política venenosa de España". Algo que ya apuntaron desde el alemán "Der Spiegel". El semanario señala que España "baila con la muerte" y que la música la ponen nuestros políticos, a golpe de bronca, enfrentamientos, desconfianza, bloqueos y guerritas entre regiones. Y algo debe haber de verdad en todo ello cuando más de 170.000 sanitarios se unen en un manifiesto para rogar a los políticos de uno y otro signo que cesen las hostilidades y les dejen trabajar. Que empleen criterios científicos y no políticos en la gestión de este desastre sanitario. "En la salud, ustedes mandan, pero no saben" es el glorioso, provocador y justo título de un manifiesto que recuerda a nuestros próceres su responsabilidad con el bienestar de 47 millones de ciudadanos y la importancia vital en este momento de escuchar a los que saben de qué va la vaina. Los médicos tienen además la "osadía" de exigir respuesta coordinada, equitativa y basada en "criterios científicos, comunes y transparentes". ¿Serán escuchados?

Los enfrentamientos entre administraciones nos hacen más vulnerables a esta enfermedad. Dejen de jugar con nuestra salud. Por favor.