Tú imagínate ser amiga de Albert Rivera. Tú imagínate tener un amigo con un pensamiento tan ambivalente. Un día se levanta y tras desayunar un yogur con avena y frambuesas y un aguacate con semillas de sésamo tostado, aliñado con un limón fresquito, entra en la ducha y se siente socialdemócrata. En la misma semana, después de tragarse la miniserie de la HBO Chernóbil, que por supuesto le ha chiflado -se ha convertido inmediatamente en una de sus series preferidas, y ya está en el top 5 junto a Breaking Bad, The Wire, Los Soprano, Juego de Tronos y Fariña (igual ésta no le ha entusiasmado tanto, pero es Española, así que es la mejor de todas)-, al acostarse, de repente lo vio claro: "qué coño, soy liberal progresista". Dos días después, y tras viajar a Lucca e ir al último concierto de la gira de Ennio Morricone, en mitad del tema más épico, operístico y grandilocuente de El bueno, el feo y el malo, tuvo una epifanía y decidió que pactar con Vox y el PP era una buena idea.
Tú imagínate que estás cenando con él en el mercado de Vallehermoso esas costillas coreanas del Kitchen 154 que son las mejores de Madrid, y te suelta, apestando a Dior Homme: "Llamar matrimonio a una unión homosexual genera tensiones innecesarias y evitables". Y solo dos horas después, frente a un pisco sour que te está poniendo la cabeza del revés: "Todo el mundo tiene derecho a amar a quien quiera y a formar la familia que quiera. La libertad y la igualdad deben estar garantizadas en toda sociedad moderna, cariño". Claro, tú ya no sabes a qué atenerte ante semejante despiporre. Un amigo así no es un amigo de fiar aunque sea digno de compasión, también te lo digo. Su lucha interna debe ser brutal: ambición versus lo que verdaderamente quiere versus lo que verdaderamente necesita versus lo que verdaderamente piensa versus lo que es mejor para él. AGOTADOR.
En estos tiempos convulsos, en estos tiempos crispados, más que nunca, yo no sé vosotros pero yo necesito certezas. En otro orden de cosas, hace poco manteníamos un debate un grupo de amigos sobre como debe ser o si es posible directamente tener una pareja con una ideología completamente opuesta a la tuya.
Aquella noche me dijeron, me aseguraron, que si el amor llama a tu puerta, la unión de seres con ideologías dispares es posible. Yo esto siempre lo he visto complicado, por lo menos para mí, aunque claro, nunca digas de este agua no beberé. Pero lo veo difícil, a menos que uno de los dos, o los dos, no tengan un compromiso ideológico sólido. ¿No? Yo es que creo que, como los dos estén convencidos en sus posiciones, por mucho amor que se profesen, las grietas aparecerán más pronto que tarde. ¿No? Y vislumbro una pareja así, contrarios en pensamiento, este mismo verano, a punto de irse de vacaciones no sin antes haber estado el mes de junio pollo tras pollo después del sinsentido y la sinrazón que está montando la derecha con el Orgullo LGTBIQ.
Me los imagino en el avión rumbo a Ibiza, ellos, que creen que van a estar sintonizados, en una onda de paz vacacional, en un limbo neutral compartiendo un deseo de desconexión absoluta, con un sueño común de descanso. Y que ya en el avión se van a morir de risa, pedo tras dos copitas de cava en el aeropuerto, celebrando que dejan un Madrid achicharrante, infernal. Cuando en realidad están en dos frecuencias completamente diferentes. Y en el avión reina el silencio y el aburrimiento más absoluto, por no hablar del miedo a iniciar cualquier conversación, haciendo el esfuerzo de volverla lo más anodina posible para no levantar suspicacias sobre NADA. Primer paso para el descalabro, el descuajeringue, para el desapasionamiento, el vacío, el fin.
Luego ya en Ibiza llegarán las conversaciones sobre el tiempo, lo que van a comer, lo que van a cenar, sobre las fotos de sus amigos en instagram, quizá diez minutos de risas escogiendo la foto que ellos mismos van a colgar brindando con dos copas de balón de gintonic fresquito recostados en una cama balinesa.… Mira, no lo sé….. Todo esto es un gran misterio para mí. ¿Alguna vez estaré yo en esa cama balinesa? Pues chica, yo que sé. Pero no tiene pinta.