Ayer de nuevo, 25 de noviembre, Día Internacional Contra la Violencia de Género, otra mujer, como siempre, Nadia Otmani, superviviente de violencia machista, le plantaba cara al fascista ese, de ese partido miserable de fascistas. Él, no pudo, claro, ni rebatirle una coma, no la pudo ni mirar a la cara. Mientras, en las calles muchas gritábamos: ¡Fuera machistas de las instituciones! Y así cada día porque la indignación es interminable. Y así seguiremos.
Pero mira, te cuento y cambio de tema: estas últimas semanas he estado a tope con el deseo femenino. Absolutamente escandalizada por todos esos señores que en Twitter claman enfadadísimos contra las bondades del Satisfyer, sacando a relucir todas y cada una de sus inseguridades y misoginia, he recordado mi adolescencia y el silencio en mi pandilla de amigas respecto a la masturbación, al deseo o a la sexualidad femeninas. Por el contrario, me acuerdo de mis compañeros hablando naturalmente de sus pajas (perdón) o de su efervescente deseo adolescente, de sus quedadas en grupo para ver pelis porno y masturbarse. Recuerdo también, y lo hago pasmada, la compulsión de muchos, porque verdaderamente era una compulsión, de dibujar penes en sus cuadernos de clase, en los cuadernos ajenos y en las paredes y mesas del instituto. Una vez en una fiesta, fíjate, hasta vi a uno pintársela a otro en la cara.
No te descubro nada nuevo: su sexualidad y todo lo que conlleva se proclama, se expone, está completamente normalizada en el espacio público, nadie va a fiscalizarlo nunca, nadie nunca lo hizo, bla, bla, bla. La cosa cambia cuando lo exponemos nosotras. Por eso voy a hablarte de una película revolucionaria de hace 32 años, que a lo mejor ni tú recuerdas que lo fue, pero sí, lo fue. Voy a hablarte de una película que habla del deseo de una mujer. De una peli que casi no se rueda por este motivo. ¡Voy a hablarte de 'Dirty Dancing'! ¡¿Por qué no?!
Podría haberte hablado de libros fantásticos sobre el deseo de mujeres maduras que se enamoran de hombres más jóvenes. Podría haberte hablado de eso, casi lo hago, y hubiera profundizado en el libro 'De nuevo el amor', de Doris Lessing, o de 'El final de la historia', de Lydia Davis. Pero mira, voy a contarte lo de 'Dirty Dancing'. Aunque espera, mira este parrafito de la Davis hablando sobre el deseo que le recorría el cuerpo pensando en ese señor que la volvía loca, mira: "En aquel tiempo hablaba por teléfono a toda velocidad. Todo lo que me interrumpía o entretenía me impacientaba, no me molestaba en comer, no comía hasta que el hambre se convertía en una distracción que me impedía pensar, y entonces, mientras comía no paraba de moverme de un lado a otro de mi cuarto. Me costaba comer. Tenía tantas cosas dentro, agitándose incansables, que casi no me cabía la comida". ¡¿No te sientes increíblemente identificada?! ¡Yo sí! Pero vamos con 'Dirty Dancing'.
Su guionista, Eleanor Bergstein, cuenta en el genial y esclarecedor libro 'Time of my life', escrito por la periodista Hadley Freeman, que "todo el mundo pensaba que 'Dirty Dancing' era basura para adolescentes" y que "nadie quería hacer la película". Por si no recuerdas el argumento, que lo dudo, la peli va de una joven (Jennifer Grey) que pasa el verano con su familia en un hotel de verano, y allí se enamora del profesor de baile (Patrick Swayze). Pero el tema de la peli, el verdadero quid de la cuestión es el siguiente: es una película sobre la sexualidad femenina, en particular sobre el deseo. La protagonista quiere acostarse con el puñetero profesor de baile.
Se lo quiere tirar sin parar, ponerse fina y dejarle seco, quiere atravesar a Patrick Swayze como una burra y eso queda muy, pero que muy patente en la peli. Toda la historia está narrada desde el punto de vista de la protagonista, desde la mirada femenina. Aquí vemos a Patrick como un objeto: sin camiseta, con camiseta, moviendo las caderas… En muchos planos recorremos (como hacen las manos de la protagonista) su cuerpo vigoroso y fibrado mientras baila al ritmo de una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine.
La peli al final se hizo con dos duros y fue un gran éxito, a pesar de las malas críticas de muchos señores que no se sintieron interpelados o que directamente la calificaron como una peli para mujeres. ¡Y efectivamente lo era! ¡Por fin! Una peli que aborda el deseo femenino y se recrea en él. Y además lo hace desde el punto de vista de una adolescente. Una joven que no reprime sus deseos ni sus instintos. ¡Una joven a la que le gusta el sexo!
No debemos olvidar tampoco que es una de las pocas películas norteamericanas que aborda el aborto sin ningún tipo de tabúes. Así lo explicaba Bergstein: "Las personas que están en contra del aborto en realidad están en contra del sexo y el placer femenino: por eso hice esta película".
Esto ocurría en 1987. Entonces fue rompedor, ¡pero lo sigue siendo! Porque para muchas entre nosotras, hablar de deseo, amigas, sigue siendo un problema. Pero claro, imagínate, ayer 25 de noviembre, Día Internacional Contra la Violencia de Género, en pleno 2019, todavía gritando: "¡Fuera machistas de las instituciones!". Todo nos cuesta un huevo, queridas.