La semana pasada en la Feria del Libro me compré tres libros que llevaba tiempo queriéndome leer: 'Cambiar de Idea' de Aixa de la Cruz, 'Lectura fácil' de Cristina Morales y 'La edad del desconsuelo' de Jane Smiley. Empecé por el último, me lo leí de una sentada y me encantó. Ahora que me estoy terminando 'Lectura fácil', aprovecho para deciros a todos los que viváis en Madrid que vengáis al Deforme Semanal del jueves 20 de junio en el Palacio de la Prensa, porque esta bestia parda que es Cristina Morales se viene de invitada a nuestro late night. A Aixa de la Cruz le tengo también muchas ganas, a ella y a su relato autobiográfico donde nos narra el camino doloroso y complejo que ha transitado hasta llegar al feminismo.
Jane Smiley es una escritora poco conocida en España. Como ya hiciera con Vivan Gornick y sus 'Apegos Feroces' o 'La mujer singular y la ciudad', la editorial Sexto Piso vuelve a traducir a una gran escritora casi desconocida para los lectores españoles. El libro fue publicado en 1987 y narra el desgaste de una pareja después de muchos años juntos, reflexionando sobre cómo la cotidianidad y la convivencia vuelven al amor mundano, desapasionado y apático. Cuando Dave, el protagonista, escucha a su mujer Dana decir desde el asiento trasero del coche "nunca volveré a ser feliz", su mundo se resquebraja. Convencido de que Dana está enamorada de otro señor, Dave decide callarse, y opta por no saber, por no enfrentarse a esa realidad aniquiladora y continuar con su vida de padre de familia con tres hijas pequeñas y una clínica dental que regenta junto a su mujer. Elige el silencio.
Ese silencio por el que apuesta Dave quizá sea para ganar tiempo y pensar en cómo salvar su matrimonio antes de que las cartas estén sobre la mesa, o quizá para otorgarle a su mujer la entera responsabilidad y que sea ella la que decida sobre sus destinos, o simplemente por cobardía, me recordó al primer capítulo de la serie magistral de Ingmar Bergman 'Secretos de un matrimonio', protagonizada por Liv Ullman y Erland Josephson. Ambos actores interpretan a una pareja que lleva diez años casada, que habla sin cesar de lo bien que se llevan, de lo que se quieren y de la ausencia de aristas en la confianza mutua que se profesan. En este primer capítulo la pareja cena con otra pareja que se detesta. Cuando llegan a casa, el personaje interpretado por Liv Ullman reflexiona sobre el odio que cultivan sus amigos y, desde la condescendencia y la compasión, llega a la conclusión de que cada uno habla un idioma distinto y que necesitarían un tercer idioma para entenderse. No son como ellos, claro, que conviven en una perfecta sintonía, y habitan y se manejan en la misma frecuencia. Pero nada más lejos de la realidad. Poco después, una fría mañana sueca, el marido al que da vida Josephson le anuncia amablemente a su mujer que la abandona y que se va con su amante. Esa mañana se separan, pero lo hacen sin dramas, sin discusión. Allí no se monta la marimorena porque nunca ha sido su estilo. Pero lo que viene después, el viaje de introspección, de búsqueda de identidad y entidad individual de cada uno hará que todo estalle, y las grietas serán reconocidas, estudiadas, nombradas, analizadas, reclamadas y reprochadas. Esos 10 años de charla anodina, de engaños, de pasivo-agresividad, solo hicieron infelices a estas dos personas. Diez años de silencio hablado.
Después pensé que el silencio de Dave en 'La edad del desconsuelo' era un silencio generoso, estudiado. A veces la inacción es la mejor acción de todas, porque a veces en el amor debes luchar en la retaguardia si ya en el pasado has estado a la altura de las circunstancias, si ya has hecho honor a ese amor, si te has comportado como Dios manda. Y entonces recordé aquella película con Joan Crawford, 'Entre el amor y el pecado', en la que Dana Andrews y Henri Fonda luchan por el amor de esta mujer. Ojo con esta peli de Preminguer de 1947 que ha envejecido fenomenal y que es una cinta interesantísima, atípica y moderna. En este melodrama de triangulo amoroso, Joan Crawford deberá elegir entre el amor de un hombre casado que nunca le dio su sitio o el de un soldado arrasado por los traumas de la guerra y de la muerte de su mujer. Y ella elige divinamente, elige al que jugó la carta del silencio y demostró lo que tuvo que demostrar en su momento, y a ella pues esto le caló…claro. Vedla, es un peliculón.