Así titulaba su columna el corresponsal de El País en Washington, Antonio Caño. La cadena americana, popularizada por la serie 'The Loudest Voice' -su fundador Robert Ailes pasaría hoy por un buen periodista según los cánones cabilderos-, susurraba que Obama era maoísta, -también señalaba que era musulmán , por el simple hecho de llamarse Barak Hussein; constitucionalmente qué problema había-. Un comentarista, refiere Caño, había resumido despachando Obamacare con que el Presidente "decidía quién vive y quién muere". La batalla diaria por el poder se libraba en la TV, desde el Tea Party y toda la extrema derecha racista.
La Casa Blanca, el ejecutivo, decidió decir basta: "La Fox no está en el negocio de la información, a partir de ahora será tratada como una marca ideológica", escribía Caño, citando fuentes del gabinete de Obama. Un error, sostenían algunos observadores desde la distancia.
La historia difícilmente se repite pero, como dejó escrito Mark Twain, rima. Y rima bien aquello que pasó cuando Obama perdió el temor reverencial a la Fox. Los periodistas de la Fox retaban a Obama con el bate de béisbol pero nadie de un juicio medio se atrevió a afirmar que la Primera Enmienda estuviera en peligro.
Esa Primera Enmienda, uno de los pilares de las libertades americanas, distingue entre libertad de prensa y libertad de expresión. Y así siguen; ellos no han tenido que pasar las vicisitudes, parones o demolición de nuestras pobres constituciones en materia de libertades. Aunque presumamos mucho de la de Cádiz, apenas estuvo en vigor porque un Borbón lo impidió.
Con el tiempo maduraremos en libertad de expresión, que es de todos, también de los periodistas, en el ejercicio de su profesión y fuera, y en el derecho a comunicar y a recibir libremente información veraz, según nuestra Constitución. Algunos periodistas creen que la libertad de información es suya y deberían sospechar que la de prensa es de los empresarios que les pagan. Libertad de prensa, expresión y derecho a información veraz forman un conjunto que es la base y presupuesto del ejercicio del resto de libertades democráticas.
En un sistema democrático de contrapesos, tal como me lo hicieron comprender mis maestros, los poderes electos -en EEUU, los tres- están sometidos a controles y contrapesos entre ellos para que ninguno se desboque. Para los no electos pero imprescindibles en toda democracia, por ejemplo, la prensa, los controles democráticos están en la ley; además, todos estamos sometidos al escrutinio público, a la crítica y nadie se puede situar al margen de ese derecho democrático civil que opera como contrapeso.
De todos los derechos citados, el más vapuleado es el de recibir información veraz. ¿Cómo librarse de un Robert Ailes? Es algo pendiente , la democracia desamparada ante el activismo ideológico de periodistas, mediante la manipulación y la mentira.
La libertad de prensa es el derecho de Fox a existir; la libertad de expresión, el derecho a la crítica de Obama; el derecho de comunicación y expresión, el de los periodistas. ¿Y la ciudadanía? Recibir información veraz es nuestro lado débil.
P.D. En Sevilla, empezaron las 'Gazetas' y gacetilleros patrióticos a llamar borracho al rey José I Bonaparte, acuñando con éxito el apelativo de Pepe Botella. Han pasado más de 200 años: era abstemio.