Sacaremos a Franco del Valle de los Caídos, pero costará más sacar el franquismo de España. La buena noticia del Tribunal Supremo no ha de hacernos olvidar que el dictador sigue ensalzado, con fundación incluida; que hay víctimas que siguen en las cunetas, con familiares pagando la tumba de su verdugo; que hay torturadores con medalla o que aún hay quienes disfrutan de la herencia recibida, fruto de la rapiña del criminal.
Lo más razonable, democráticamente hablando, hubiera sido que al dictador lo hubieran sacado del Valle hace muchos años, con el acuerdo de todos los partidos y sin hacer de esto una disputa o un culebrón político y mediático. No ha sido posible. Aún hay quienes consideran normal tener al golpista que inició una guerra civil en un mausoleo pagado por todos. Es el mismo asesino que después dedicó décadas a masacrar a los perdedores y a sus familias.
El consenso político no aparece y los honores que recibe Franco son empleados como arma arrojadiza. Por herencia, connivencia, indolencia o ignorancia. El líder del PP, Pablo Casado, insiste en que "no gastaría ni un euro en desenterrarlo"; el de Ciudadanos, Albert Rivera, afirma que es "jugar con los huesos que a estas alturas no nos importan" y desde Vox, Rocío Monasterio, proclama que asistimos a "una profanación". Igual es simplemente la disputa por determinados votos la que lleva a decir estas barbaridades.
Franco mandó construir un monumento para celebrar "la victoria" sobre sus víctimas y allí sigue, protegido por monjes que ruegan a Dios "por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional". Amor al prójimo. El Valle de los Caídos nos cuesta casi dos millones de euros al año, el Tribunal de Cuentas señaló la opacidad de las subvenciones directas del Estado, mientras sigue habiendo más de 100.000 desaparecidos, cuyos restos no han podido recuperar las familias.
En la construcción del Valle trabajaron decenas de miles de presos políticos. Los familiares han pagado el mausoleo del verdugo, su protección religiosa, lo que comen los monjes, lo que beben, lo que visten y hasta a un prior que fue candidato de la Falange y predica que el monumento es "símbolo de paz y reconciliación". Esto tras una guerra con más de medio millón de muertos, otros tantos exiliados y trescientos campos de concentración por los que pudo pasar un millón de españoles.
Algunos se llenan la boca con que "hay que cumplir la ley", pero ignoran la de Memoria Histórica. Piden respeto a las víctimas, pero depende de cuáles. Nos ponen como ejemplo a Alemania para apretarnos el cinturón, pero tienen manga ancha con determinados crímenes contra la humanidad. Te llaman resentido y dicen que abres heridas, pero pretenden mantener cerrada, a cal y canto, semejante losa sobre cualquier democracia decente. Hablan de giro al centro, pero coquetean con el voto de la extrema derecha.
Sacar a Franco del Valle es higiene democrática. Es dar ejemplo sobre los honores que una democracia no puede rendir al dictador que le precedió. Es fruto de la lucha de las familias. Que bastante han tragado, después de décadas de muertes, encarcelamientos y persecución. Es oír a familiares como Emilio Silva, que pide "que ahora no lleven los restos mortales a otro panteón público, construido y adecentado con el dinero de todos, con tratamiento VIP". Exhumar a Franco es seguir luchando contra la herencia franquista, que aún permanece.