El proceso unilateral de independencia en Cataluña no les sale gratis a sus dirigentes. Han sido condenados. Hay elementos para pensar que duramente. También para prestar atención a la puerta abierta que deja el Supremo a los posibles permisos penitenciarios. Eso sí, por ahora: 13 años de cárcel para Oriol Junqueras; 12 años a Raül Romeva, Jordi Turull y Dolors Bassa; 11 años y 6 meses a Carme Forcadell; 10 años y 6 meses a Joaquim Forn y Josep Rull; 9 años a Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. La condena lleva aparejados los mismos años de prisión que de inhabilitación absoluta para cada uno de ellos.
Pregunto y hay juristas que piensan que las penas se quedan cortas y preferían que se les condenase por rebelión. Otros lo califican de escarmiento exagerado y consideran que habría sido más justo condenarles por desobediencia, malversación, prevaricación… No llegar a la sedición, finalmente aplicada. Mi punto de vista es que son culpables. Deberían saber por entonces a lo que se exponían, pero las condenas de 9 a 13 años de cárcel por lo ocurrido me parecen muy duras. En cualquier caso, pendientes del periodo donde los futuros permisos penitenciarios pueden añadir otros puntos de vista. También los posibles recursos ante la justicia europea. En este caso, eso sí, pasados los años.
Entretanto, el pueblo observa y hay quienes celebran la condena como el castigo justo y debido. Otros, con sed de venganza. También los hay que lamentan una doble vara de medir de la justicia, aplicada con rapidez y contundencia en unos casos y bastante más laxa en otros. De 9 a 13 años de cárcel para los dirigentes del procés, en la Cataluña donde Pujol sigue en la calle y en el país donde tantos casos de corrupción siguen pendientes de condenas o han sido bastante más blandas y sin recuperar el dinero. Es un debate que también está en la calle, desde las primeras filtraciones en el día de la Fiesta Nacional…
Ahora, se abre un periodo de llamamiento al sentido común. Es necesaria la convivencia. Entre los independentistas, los que no lo son y hasta los que pasan de todo. Estoy en contra de los que criminalizan al pueblo de Cataluña y también de quienes pretenden instaurar un modelo institucional sin contar con prácticamente la mitad de la población. Ni procesos unilaterales de independencia, ni más daño a la imagen de un pueblo que no puede ser usado como pim pam pum.
La gestión en Cataluña necesita pontoneros, no dinamiteros. Ni usos y costumbres electoralistas, ni la irresponsabilidad de impulsar medidas simplemente para vivir del cuento. Se necesitan políticas a medio y largo plazo. Con la convivencia como primer frente. Teniendo en cuenta que hay millones de independentistas y otros tantos que no lo son. Incluido un buen número de jóvenes en cuyas manos está también el futuro de los catalanes.
No se pueden emprender procesos unilaterales de independencia en contra de la mitad de la población y del resto de España. Tampoco se puede creer que el problema político se resolverá simplemente con sentencias judiciales o con estrategias electorales. Muchos seguimos esperando el momento de la alta política, que supere el bloqueo, el electoralismo y la brocha gorda. Necesitamos cordura y respeto a las opiniones diversas. Dentro de un marco común. Cataluña necesita medidas de convivencia, empleo digno, sanidad y educación públicas de calidad, lucha contra el cambio climático, contra la corrupción, por una sociedad mejor, en definitiva, para su día a día y a largo plazo.