Su "viva la muerte" ha de ser "nuestro viva la vida". Debemos estar despiertos. No podemos permitir que ningún Abascal que se precie simplifique una pandemia, un coronavirus que azota al mundo, hasta el punto de que el debate sea si el culpable fue una manifestación feminista del 8 de marzo. Esa simplificación, esa banalidad se ha instalado como punta de lanza de una serie de sectores de este país que pretenden tumbar al Gobierno y tener el poder. No asumieron perderlo. Hay que decirlo claro. Está en la crónica del libro 'La Conjura' que acabo de publicar.
Una serie de partidos políticos se pusieron de acuerdo hace un par de años para desalojar a la derecha de La Moncloa. Fue por una condena de corrupción al PP a título lucrativo. Ya no se habla de eso. No será porque se haya hecho justicia completamente y por haber recuperado el dinero, porque esas prácticas corruptas siguen impunes en gran parte. Esos escándalos que eran noticia cada semana mantienen a buena parte de los implicados en la calle, pero en España se instaló inmediatamente el mantra de que la alternancia en el poder había sido un golpe de Estado. Distintos líderes de la derecha lo repiten. Ahora, han sumado el coronavirus a este cacao maravillao.
Desde aquella moción de censura, llevamos un par de años hablando de un Gobierno golpista que quiere cambiar el sistema. Ni la legitimidad de los acuerdos parlamentarios, ni las victorias electorales han bastado. Se repite machaconamente que aquí la izquierda quiere instalar un cambio de régimen, que vamos hacia el comunismo, con la colaboración de Venezuela, la ETA, los independentistas y las siete plagas. Hay quien vende ese discurso y quien lo compra. Ahora, la novedad es que el gobierno de rojos emplea la llegada de la Covid-19 para instalar el comunismo.
Resulta ridículo, pero llevamos meses oyendo algo así: Sánchez e Iglesias nos han metido en campos de concentración para controlarnos y aplicar sus prácticas subversivas. El comunismo ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Distintos líderes y gurús de la derecha llevan meses repitiendo estas ideas tan sesudas. Resulta patético, pero hay quien se lo cree. Hay quien piensa que la alternancia en el poder, con los pactos del PSOE y la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno, nos lleva definitivamente hacia un sistema comunista. Del virus pasaremos a los soviets y de las batas blancas a la hoz y el martillo.
El golpe comenzó con socialistas, comunistas, terroristas e independentistas y luego se sumaron las feministas para propagar un virus. Menos mal que hay sectores carcas de la judicatura o de las fuerzas de seguridad del Estado para frenar esto como Dios manda. Me siento seguro. Lo de menos es que aquí y en el extranjero hubiera también esos días competiciones deportivas, desplazados en transporte público, colegios, fiestas, conciertos y hasta un mitin del mismo partido de la extrema derecha que quiere salvar nuestra democracia. La culpa es de las mujeres. Rojas y golpistas.
Solo es casualidad que esta obsesión con el 8-M venga de sectores que hablan de feminazis, de feministas radicales, de que la violencia de género no existe o de que las mujeres tienen derechos como cortarse el pelo, las uñas y estar guapas. Son meras coincidencias que estos mismos sectores de España también se opusieran al divorcio, al aborto o al matrimonio homosexual. Guardianes de las esencias. Ahora, una ola recalcitrante, con tintes de fascismo, ha rebrotado en el mundo. Toca estar vivos. Su "viva la muerte" ha de ser "nuestro viva la vida".