John Ford le contaba a Peter Bogdanovich en aquella entrevista imposible (que protagoniza un libro y un documental inolvidable) cómo no entendía el cine que estaban empezando a hacer los jóvenes cineastas del momento. Billy Wilder se lamentaba de ese cine francés que llenaba las salas en sus últimos años, de su manía de colocar la cámara en lugares imposibles mientras que él defendía que "hay muchos lugares donde colocar la cámara pero, en realidad, sólo hay uno". Esto decía mientras sus últimas películas fracasaban injustamente en taquilla.
Jose Luis Garci, más honesto, no se cansa de repetir el magnífico programa en el que participa: 'Cowboys de medianoche', que a él el cine de ahora le ha dejado de interesar y que ya revisa clásicos más que ir a las salas a ver cosas nuevas.
Más conocida es la anécdota de Charles Chaplin tratando de parar el mar con los dedos cuando la llegada del sonoro le plantea el reto de poner en marcha nuevas formas de contar historias por encima de los dones visuales que ya tenía más que demostrados y, seguramente, más que dominados. Mucho fue lo que Chaplin despotricó contra el sonoro, mucho lo que lo ridiculizó, incluso en aquella escena de 'Tiempos Modernos' en la que hacía cantar a su personaje en un idioma inventado para lanzar el mensaje de que, en realidad, el uso del sonido no iba a aportar nada más que ruido al puro lenguaje cinematográfico.
Todos ellos, y muchos maestros más, dijeron en alguna ocasión "eso no es cine" o "eso es basura". Lo decía Jorge de Burgos de la incipiente imprenta en 'El Nombre de la Rosa', lo decía hasta mi padre, acostumbrado a su Olivetti, cuando en su oficina empezaron a poner los primeros ordenadores.
Seguramente a todos nos llega un momento en el que el mundo avanza más rápido de lo que nos permiten las piernas y el cerebro, y seguramente, a todos nos ocurra eso tan humano de considerar que esos nuevos lenguajes, esos nuevos avances que los impertinentes jóvenes aclaman como la nueva panacea, son, sin duda, basura o, lo que es peor, algo que no estamos ya capacitados de entender.
Por supuesto que estoy hablando de Martin Scorsese y de Coppola, por supuesto que trato de explicar que esto ha ocurrido desde el principio de la humanidad. Quiero dejar bien claro lo que admiro y agradezco a cada uno de los directores que he nombrado en este artículo. Tanto que se me hace difícil no darles ciegamente la razón. Por supuesto que la tienen. En su cerebro es así, y a su cerebro tengo que agradecerles horas y horas de emoción. Luego que digan lo que quieran. Yo pensaré lo que me dé la gana mientras me pongo una de sus películas otra vez después de ver otra vez Endgame.