No me gusta hablar de política, alguna vez lo he comentado. Hablé, y mucho, en los tiempos en los que junto a Raquel Martos (acaba de sacar novela, Los Sabores Perdidos, léanla) analizaba en Julia en la Onda la dichosa actualidad en clave de humor. Lo de escribir me obligó a abandonar un espacio en el que era muy feliz, pero no me arrepiento de haber abandonado la necesidad inmediata de actualidad. Creo que en el mundo en el que vivimos, cualquier ciudadano sano debería leer el periódico máximo una vez a la semana, escuchar los boletines informativos una vez al mes y el telediario una vez al año. Se vive mejor con la nariz enterrada en los libros, lejos del Sálvame que han montado estos fulanos, a cuál peor. Alzándola de vez en cuando para comprobar que el tufo a mierda con corbata sigue dominando el ambiente, para volver enseguida a lo que importa. Una novela, un disco, una conversación con mi mujer, una partida con mis hijos. Trabajar, hacer cosas.
El hartazgo que nos producen Guapete, Castita, Harvardito, Trepita y Fachín, los cinco enanitos de la política actual, es tan grande, tan estomagante, que la única solución para mantenerse cuerdo es apartar la mirada. Pero apartar la mirada no significa darle la espalda a las propias obligaciones. Las que tenemos con nosotros mismos, las que tenemos con el país, las que tenemos con nuestra conciencia.
Allá donde dirijamos la mirada (Estados Unidos, Francia, Brasil, la Alemania del 33), vemos la misma historia. Una población desencantada, unos políticos rastreros, ruines, cortoplacistas y, en general, gentuza. Y un mensaje radical que acaba materializándose en ese refrán que mi madre repetía una y otra vez: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
¿Qué hacer cuando solo hay camarillas, guerrillas, milicias, abusos, atropellos, arbitrariedades? ¿Qué hacer cuando solo hay crítica, censura, amonestación, reconvención, queja, regañinas en cada uno de los lados? ¿Cómo no ahogarse cuando solo respiras amargura interesada, aversión dirigida, enemistad, animadversión, rencor, tirria, animosidad, antipatía, manía enfurruñada, ojeriza, odio, rabia, asco, gato elevado a la enésima potencia?
Pues la única manera de responder al bochorno que nos han ofrecido los enanitos es con un mensaje claro y contundente. Lo que pide el cuerpo es volverles la espalda. Enviar un claro y contundente: “Os va a votar vuestra &%$ç madre”. Y con ello acabar de cerrar el círculo del oprobio, la indignidad y la ganancia de pescadores.
Solo hay una manera de reaccionar ante la falta de compromiso de otros, y es no renunciar a nuestras obligaciones. Si tanto nos indigna que no culpan con su parte del trato, lo último que podemos hacer nosotros en no cumplir con la nuestra. Así que mañana no quedará más remedio que volver a las urnas. Aunque voten al Pacma. Que por nuestra parte no quede.