El invierno es muy agradecido con sus medias tupidas y su moda oversize. Te sientes sexy y resultona sin tener que enseñar demasiado. La depilación no es prioritaria a diario y la vida de una Malamadre es más llevadera, pero antes de que te des cuenta llega el verano en El Corte Inglés y con él las portadas del año, las marquesinas de Calzedonia, el posado de Ana Obregón y la tiranía de "el cuerpo perfecto" en trikini.
Tú alargas lo imposible el momento, pero cuando eres madre el 15 de junio te ves ya en la piscina comunitaria con tus carnes blancas en movimiento, parapetando los saltos de la niña intensa, que es capaz de tirarse a la piscina en bucle hasta una hora sin parar. Para estos menesteres tienes el bikini de supervivencia, uno de leopardo del año de la tana. Lo tienes desde hace ya más de dos lustros. Es maravilla pura, está tan cedido que no aprieta nada. En su larga vida se ha adaptado a todo, a tu cuerpo de embarazada inmensa, a tu cuerpo de postparto y a lo que le echen. Es el bikini que más te quiere porque feo es un rato, pero estás cómoda y tapa lo necesario.
Pero la moda te persigue y bajar a la piscina todos los días con el mismo ya te da fatiguita, así que te vienes arriba. Has visto en las marquesinas unos bikinis monísimos y coloridos que le quedan fetén a Blanca Suárez y tu autoestima a veces te juega malas pasadas diciéndote: "Te quedará igual de bien". Así que te ves en la tienda, buscando el modelito. Después de media hora localizando un bikini completo y descifrando las tallas de las copas, te metes en el probador minúsculo de luces infernales y procedes al ejercicio de la muerte que llamaremos: 'Cómo acabar con tu autoestima en 5 minutos de probador infernal'.
Mientras te lo pruebas, piensas: "Qué necesidad hay de pasar por esto y por qué no lo he pagado para probármelo en casa con la luz apagada". O por qué no empiezo por fin a comprar online, que muchas redes sociales y luego soy peor que mi madre. Pero bueno, ya estamos aquí y te armas de valor. Por delante la cosa tiene un pase, nunca he tenido demasiada barriga y aunque el postparto ahí está y el ombligo es un engendro, la cosa queda aparente, pero te das la vuelta y ahí está tu talón de Aquiles, tu culo desbordando esa braguita a la que le faltan cuatro centímetros por cada lado, la celulitis de siempre, que no es tanta, pero con esta luz se multiplica o hace más evidente y esas venas que te han dado los embarazos, que todos los años te prometes que desaparecerán. Así que este bikini ha conseguido su propósito: dejarte el autoestima por los suelos.
Me llevo uno de los bikinis y llego a la oficina protestando por la presión que me ejerzo a mí misma. Respiro y…
¿Con quién nos comparamos cuando nos miramos en el espejo?
¿Quién queremos ser cuando nos probamos un bikini y nos deprimimos, frustramos, cabreamos y proyectamos tanto rechazo sobre nuestro cuerpo?
¿Qué esperamos de nosotras mismas cuando nos negamos a ir a la playa, a dar un paseo por la orilla o a quitarnos el vestido en la piscina?
Ha llegado la temporada de desvestirnos, lucir nuestras carnes y tenemos que disfrutar de nuestro cuerpo, de nuestra vida y de nuestra belleza. Mandar a la porra los complejos que a todas, de una manera u otra, nos afectan. Mientras la sociedad, las marcas, las redes sociales, la publicidad solo muestran un único canon de belleza, nosotras tenemos que reírnos de esas normas absurdas, reivindicar nuestra belleza única y mostrar nuestro CULO LIBRE al mundo.
Culos pequeños. Culos grandes. Culos carpeta. Culos respingones. Culos de todos los tamaños, formas y colores, como nosotras mismas.
Ya está bien de ese cuerpo perfecto, esa belleza única, en la que la mayoría no nos sentimos representadas o que es inalcanzable para muchas. Porque lo importante es ser feliz, querernos más y mejor.
Y sentir la libertad de ser nosotras mismas.