Inevitable "hacer el balance de lo bueno y malo" como dice la canción de Mecano, que cada final de año me recuerda mi hermana. Y en este balance, siempre las madres echando en falta habernos dedicado más tiempo, más espacio propio y disfrute sin obligaciones. Tiempo libre de autocuidado. Tiempo para nosotras, sin carga, y con disfrute.
Ante nosotras un nuevo año y la inercia de visualizar nuevos propósitos por un momento, pero la reacción rápida de decirnos "a tomar viento los propósitos porque con sobrevivir bastante tenemos". Cuándo hemos aceptado que esto es lo que hay, que no podemos hacer más, que tenemos que conformarnos, que la conciliación es sobrevivir, que la conciliación se viste de renuncia propia o de privilegio pagado.
Y claro, en esta supervivencia que hemos convertido la maternidad se nos van los años y hemos aceptado que ya los propósitos no son retos, ni sueños, ni metas acompañadas de ganas e ilusión. Porque ni siquiera somos dueñas de nuestros propósitos.
Hemos aceptado que nuestros propósitos los construyen por nosotras y nos vemos haciendo una lista imposible donde siempre hay uno que no falla y es la gran trampa: pasar más tiempo de calidad con nuestros hijos e hijas. Porque visualizamos nuestro tiempo con ellos y nos vemos agotadas, sobrepasadas y sin energía. Y entonces llega la culpa de sentirnos Malasmadres.
Porque este propósito nunca podrá ser un propósito real si la conciliación no existe, si la sociedad no entiende que los cuidados nunca paran y que, sin tiempo, en cantidad, no podemos tener cuidado de calidad. Porque llegar a todo, que es trabajar, cuidar y vivir, se ha convertido en un inalcanzable.
Y cuando vivir la vida de madre con dignidad se convierte en el único propósito, ¿cómo podemos aspirar a mejorar nuestro trabajo, nuestra dieta, nuestro deporte y enfocar nuestro pensamiento a sueños y metas deseables? Cuando sobrevivir al día a día se convierte en un propósito, vivir con disfrute se convierte en una utopía.
Por eso yo para 2025 solo pido algo a las madres: estar unidas, dejar a un lado nuestras diferencias y juntas hacer la revolución para que se nos vea, se nos escuche y se reconozca social y económicamente la maternidad. Porque nuestra labor es tan inmensa que nuestro gran propósito que: "es conciliar mejor con nuestro tiempo propio", debería ser un asunto de Estado. Una sociedad que cuida a las madres está cuidando su futuro.
Y mientras llega 2025, abracemos el caos de la conciliación navideña, con su poquita de carga mental, bajando expectativas de esas madres perfectas que vemos en Instagram y brindando por haber sobrevivido un año más.