El mismo día que daba comienzo el verano, se acababa el estado de alarma. Al mismo tiempo que miles de alemanes pisaban tierra española, las familias podían reencontrarse, pese a vivir en otras provincias, ¡por fin!
Con la nueva normalidad, ha llegado el verano o con el verano ha llegado la nueva normalidad. Esa que tanto esperábamos y que sabe igual a la normalidad de siempre, pero con algunas novedades. Los geles hidroalcohólicos son parte de nuestra vida y de nuestras manos secas. Las mascarillas son el nuevo complemento de moda que no tenemos muy claro cuándo usar. Se han abierto las piscinas, aunque con aforo limitado. Los campamentos comienzan a aparecer tímidamente con medidas de higiene seguras. Los parques infantiles abrieron sus puertas. Las terrazas están desbordadas y las playas llenas. ¡Bendito verano!
Si vas por la calle con amigos llevas mascarilla puesta, que te quitas suspirando nada más sentarte en una terraza cuando pides una caña o cuando te sientas en la playa a tomar el sol con los mismos amigos de antes.
Llamadme corta o lo que queráis, pero yo no lo entiendo bien. Si te haces una foto con un amigo sin mascarilla arden las redes, pero si te haces la misma foto en una terraza, caña mediante, todo está bien. Misma distancia. La única diferencia es que en la segunda foto hay una cerveza y en la primera no. Hemos asumido las incoherencias de la nueva normalidad con un talante envidiable, ávidos de desfase y verano, mientras las familias seguimos siendo el eslabón más débil de la cadena, sobreviviendo con un lema tatuado por esta sociedad niñofóbica: "Son tus hijos/as".
Curiosamente la nueva normalidad llega con el verano. Y como cada verano damos la bienvenida a los juegos de la conciliación y el "apáñatelas como puedas". Llegados a este punto de desescalada, ya nadie se pregunta si está haciendo bien o mal por dejar a los niños y a las niñas con los abuelos, cosa impensable hace unas semanas. ¿Qué vamos a hacer si no? Llegados a este punto ninguna familia se siente culpable por dejar a sus hijos en un campamento de verano, ¿hay otra opción?
En este momento es cuando me reconcilio con la humanidad en general y con la sociedad española en particular que es capaz de adaptarse tan rápidamente y olvidar tan fácilmente. Es pura supervivencia. Pero ¿qué pasa con todas las familias que perdieron su empleo porque no tenían con quién dejar a sus pequeños? ¿Qué pasa con todas las mujeres madres que se cogieron una excedencia, redujeron su jornada o perdieron ese puesto de trabajo por el que llevaban luchando tantos años? ¿Daños colaterales de una pandemia ya superada?
Volvemos a la casilla de inicio en un verano que como cualquier otro te las apañas como puedas. ¿Y de los colegios? ¿Alguien sabe algo? ¿La ministra Celáa se ha ido de vacaciones y esto se ha quedado en el limbo? El presidente del Gobierno ha asegurado que la vuelta a las clases en septiembre "será en un entorno seguro y saludable". La ministra aseguró hace unos días que los colegios "tendrán que adaptarse" porque hay que cumplir con la distancia "por ley". Esa distancia que si estás en una terraza no importa. Y hasta fantasea con usar los patios de los colegios como aulas improvisadas, aprovechando el buen clima que hace en España. No tengo palabras.
Y yo me pregunto acaso la cerveza inhibe la propagación del virus. Porque ya no es solo en las terrazas, ya puedes celebrar una boda, sentarte en el interior de un restaurante y disfrutar de una cena en casa sin límite de aforo.
¡Qué bien ha venido que el final del estado de alarma coincida con el verano para que las familias no puedan quejarse de falta de medidas de conciliación! Porque el verano es ese espacio de tiempo sin normas, sin ayudas y sin responsabilidad social, en el que los padres y las madres tiran para delante como pueden.
Nuestras medidas de conciliación urgentes durante el estado de alarma han prescrito. Mientras, España disfruta del merecido verano y del desfase en las terrazas alrededor de una cerveza. Una pena la verdad. Pero no se preocupen, tenemos muchas más que cada año caducan a espera de que los políticos de este país se tomen en serio la realidad de una sociedad envejecida, que da la espalda a la infancia y a las familias.
¡Seguiremos peleando porque esto no es conciliar! Y esta pandemia ha destapado la mala gestión de la conciliación en España y la falta de estructuras de apoyo a las familias.