El próximo 13 de noviembre se cumplirán 28 años desde que Desiré Hernández, Miriam García y Antonia Gómez, tres jóvenes vecinas de Alcàsser, fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas por Antonio Anglés y Miguel Ricart. Este último pasó más de 20 años en prisión y desde que abandonó la cárcel –en noviembre de 2013, gracias al fin de la doctrina Parot- se ha mantenido alejado de los focos. Sobre Anglés no hay una sola pista fiable desde que fue localizado, en marzo de 1993, en el City of Plymouth, un buque que cubría la línea Lisboa-Dublín. Cuando el barco llegó a la capital irlandesa, el criminal no estaba a bordo. La Policía y la Guardia Civil mantienen abiertas sendas operaciones para dar con el asesino de Alcàsser y han evitado que el crimen prescriba. En 2009, la Policía solicitó al juzgado que interviniese el teléfono de una hermana de Anglés, con la única finalidad de que el contador de la prescripción se pusiera a cero. El pasado mes de noviembre, aprovechando un programa especial emitido por el espacio de La Sexta, Equipo de Investigación, en el que habían logrado entrevistar al capitán del barco, el juzgado de Alzira encargado del caso solicitó una comisión rogatoria para interrogar al marino y averiguar qué miembro de la tripulación pudo ayudar al fugitivo más célebre de la historia de España. No era más que otra treta legal para que el crimen no prescribiese y que la responsabilidad de Anglés se prolongase. De momento, hasta 2039, veinte años después de la última acción dirigida hacia él.
Nadie sabe, ni siquiera los que llevan tres décadas tras su rastro, si Anglés vive, si murió en las aguas del Atlántico o si vive con otra identidad a miles de kilómetros del lugar de sus crímenes. En la Comisaría General de Policía Judicial y en la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil hay un puñado de agentes dedicados al caso. A comprobar si el asesino ha muerto o a ponerle a disposición de la justicia. La, hasta ahora, interminable fuga de Anglés ha tenido un efecto colateral terrorífico: las teorías de la conspiración. En los primeros años tuvieron una plataforma de exhibición de lujo, gracias a los espacios de Pepe Navarro y a la activa participación de Fernando García, padre de Miriam, e Ignacio Blanco, un criminólogo recientemente fallecido y principal divulgador de las más disparatadas teorías de la conspiración.
El pasado año, Netflix estrenó 'El caso Alcàsser', un documental dirigido por Elías León Siminiani que dejaba al descubierto las vergüenzas de los conspiradores: el dinero que Fernando García recaudó para una fundación y que, tiempo después supimos, se quedó; los embustes de Juan Ignacio Blanco y su supuesta grabación en la que se veían a las víctimas siendo torturadas; la persecución a los medios locales que se negaron a dar pábulo a las fabulaciones de los conspiranoicos… Hoy, Internet y las redes hacen el trabajo que antes hacía Pepe Navarro. Compruébenlo. Se pueden leer cosas delirantes: Anglés fue asesinado en el mismo sitio que las niñas de Alcàsser, Ricart no tuvo nada que ver con los crímenes, Carlos Fabra tuvo relación con los asesinatos e incluso la trama de explotación sexual descubierta en centros de menores de Baleares está relacionada con los asesinos de Miriam, Toñi y Desiré. 28 después, como si fueran los albores del crimen, todavía hay quien se empeña en rellenar los vacíos que dejaron los asesinos y el enorme vacío imposible de ocupar por sus tres víctimas.