Me gustaría que los políticos también fueran víctimas de un brote. De uno que les provocara mucha fiebre por una elevada dosis de humildad. Un brote de sinceridad. Un brote de alguna bacteria que les hiciera olvidarse del carnet de su partido, de las encuestas y de lo que dicen de ellos los adversarios políticos. Me gustaría que los políticos padecieran un brote de humanidad. Sobre todo cuando en sus manos está la gestión de una crisis que tiene que ver con la salud y la vida de las personas.
Les confieso que sentí alivio cuando, por fin, esta semana he escuchado al Consejero de salud pública y familias de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre, decir que la empresa de la, desgraciadamente, famosa carne mechada había obrado mal e incurrido en múltiples irregularidades. Menos mal. Parecía que los locos y manipuladores éramos los demás. Pues no. Lo que olía mal ha acabado pudriéndose.
Casi 15 días después de que se decretara la alerta la Junta de Andalucía decide denunciar a la empresa ante la Fiscalía. Lo que muchos pedían a gritos y nadie entendía que no se hiciera. Pero no, los que lo exigían eran unos populistas, unos exagerados y hablaban con poco rigor.
Resulta que cuando saltó el caso de la Listeria en Andalucía, la empresa, Magrudis, estaba haciendo "una magnífica labor". Eso al menos nos transmitió el Consejero Aguirre. Sus palabras hacían pensar que estábamos ante una empresa ejemplar, víctima de la mala suerte. Aseguró Aguirre que Magrudis estaba “brindando datos de manera muy positiva”. Nada más lejos de la realidad.
El día 6 de agosto fueron a la empresa a coger muestras pero resulta que el laboratorio del Ayuntamiento descubre ahora que la empresa también comercializaba chorizos y morcillas. Según el Ayuntamiento la empresa se lo había ocultado a las Administraciones Públicas. A la Junta le duró demasiado tiempo la fe en los gestores de la empresa La Mechá.
Las casi 200 personas afectadas en Andalucía, los familiares de las tres personas fallecidas y los padres que esperaban un bebé y sufrieron un aborto tres semanas antes del parto, han debido de sentir algo de comprensión, algo, al escuchar esta semana al Consejero de salud decir que la empresa "no se venga con historias". Es una manera de decir que dejen de vacilarnos. A él y a todos los demás.
Porque ha sido ofensivoescuchar al gerente de Magrudis decir que no se explicaban lo sucedido, que ellos no eran los culpables y que no entendían el maremágnum que se estaba montando. Declaraciones todas ellas que se producían mientras la Junta de Andalucía insistía en echar balones fuera sobre su gestión y protegía a la empresa por inacción.
También me he alegrado ver que el Presidente Juanma Moreno ha ido esta semana al hospitala ver a los pacientes ingresados. Ha mostrado especial interés por las embarazadas. Pero me gustaría haberle visto mucho antes pasearse por las habitaciones del Hospital Virgen del Rocío. No sé si será casualidad, pero no hizo acto de presencia hasta un día después de que apareciera en escena Susana Díaz. Llámenme mal pensada.
Y cuando reaparece Juanma Moreno dice que con lo que está sucediendo se “está escribiendo un nuevo relato en el combate de la listeria en España y en el mundo” Un nuevo relato. ¿De lo que no se debe hacer? ¿de los fallos que no se pueden cometer? Otra vez la épica del relato. ¿No será más sensato decir que todos aprenderemos de los errores para que no vuelvan a suceder?
En estos días de brotes, ¿no tendrán por ahí una bacteria que convierta a nuestros políticos otra vez en personas?