Pablo Casado ha sido más elegante con Cayetana Álvarez de Toledo que lo que ella ha sido en su despedida con él mismo y con el PP. Le ha dicho: "Gracias por todo, Cayetana, el PP siempre será tu casa y me tendrás siempre para lo que quieras".
No debe extrañar a nadie que la ya exportavoz parlamentaria airee sus desavenencias con el partido que le dio y todavía hoy le da de comer.
Ya lo hizo en la era Rajoy, publicando varios artículos de opinión en contra de la forma de hacer política del expresidente del Gobierno.
La historia se repite. Saca los pies del tiesto y lo hace en público, con mucha crítica hacia los demás y poca hacia ella misma. 22 minutos estuvo hablando a las puertas del Congreso, notas en mano, para dar cuenta de todo lo que le separa de Casado y del partido que ella sigue representando con su escaño. Tendrá que decidir si lo deja o sigue sentada en la bancada popular.
Rodeada de micrófonos desveló con pelos y señales la conversación en la que Casado le anunció que prescindía de ella. Desveló hasta parte de la estrategia del PP para el curso que comienza en septiembre.
De todo lo que dijo, lo más ajustado a la realidad es que no ha podido ejercer la portavocía parlamentaria con autoridad. No le falta razón. Su papel nada ha tenido que ver, por ejemplo, con el que tuvo su antecesor Rafael Hernando.
Los posicionamientos en las votaciones, las negociaciones espinosas con otros grupos parlamentarios y las estrategias en el día a día en el Congreso dependían muy poco de ella. Siempre el olfato de Génova estaba en su espalda. La última palabra salía de Teodoro García Egea.
Y eso se notaba, y mucho, en el día a día de los periodistas parlamentarios.
Resultaba muy complicado que el entorno de Cayetana te confirmara alguna información, como si nada dependiera de ellos. Como si todo viniera de arriba. Los asuntos importantes sobre la actividad parlamentaria salían de Génova, no del Congreso, dando la sensación de una tutela total y permanente sobre ella.
Sensaciones y situaciones nunca antes experimentadas en la etapa de Rafael Hernando. Él y su equipo lideraban el trabajo parlamentario, por supuesto en consonancia con la dirección del partido, pero no a la sombra de Génova, si no como un equipo bien engrasado. Ambos juntos pero a la vez independientes.
Además, Cayetana Álvarez de Toledo apenas ha tenido contacto con los periodistas que vivimos en el Congreso, siempre se ha mostrado esquiva y poco dispuesta a contarnos cosas fuera de los micrófonos.
Así que su caída era previsible porque la relación con el Secretario General del PP era ya insostenible.
La elección de Cuca Gamarra como nueva Portavoz pretende que las relaciones entre el partido y el grupo parlamentario sean mejores.
Sin duda lo serán porque Gamarra tiene algo que para los suyos nunca tuvo Álvarez de Toledo: lealtad. Habrá que ver si esta vez Génova suelta cuerda para que Gamarra se sienta un poco más libre de lo que no se ha sentido su antecesora.