La noche el electoral del 11 de noviembre de 2019, cuando Vox obtuvo sus 52 escaños, yo estaba en la mesa de debate de Al rojo vivo, analizando los resultados en el programa especial.
Recuerdo perfectamente mi comentario al ver el ascenso de la formación de extrema derecha. Dije que Vox podría ser tan irrelevante con 52 escaños como con 10. Y que el resto de grupos decidirían su cotización en la política.
También recuerdo lo que apostilló Lluis Orriols, politólogo: "Sí, pero con 52 diputados pueden presentar una moción de censura y desestabilizar al Gobierno".
Orriols no se equivocó tampoco esa noche. Menos de dos años después ha hecho efectiva esa premonición de Orriols.
La moción de censura de Vox no va a prosperar. Para sacar de la Moncloa a Pedro Sánchez se necesita mayoría absoluta. 176 votos a favor que el partido de extrema derecha no va a conseguir. Lo saben pero seguirán insistiendo en ella. Diciendo aquello de que el Gobierno de Sánchez es un Gobierno criminal.
Ni tan siquiera tiene asegurados los votos del Partido Popular. Pablo Casado ha decidido no hacerle el juego a Vox. Ningunear su propuesta. Pasarla por alto y no entrar al trapo.
Es la estrategia de los populares para dejar a su mayor enemigo en la irrelevancia. Y, de paso, para no salir también ellos escaldados.
A pesar del poder de sus 52 diputados y de su capacidad para promover determinadas maniobras políticas, el partido de extrema derecha tiene muchas papeletas para salir aireado y no airoso de su ocurrencia.
Lo que ocurra está en manos del resto de partidos políticos y de sus estrategias. Imaginen que se une todo el arco parlamentario para hacerles un frente común.
Podrían, incluso, provocar intervenciones tan irrisorias que el debate durara apenas 2 horas. La intervención del representante de Vox, fijación de posición, votación y listo. En dos horas a casa. Y no casi dos días como puede extenderse la moción.
Porque Vox no busca el debate, no busca una solución ni al paro, ni a la crisis sanitaria ni a la debacle económica. Vox solo busca hacer ruido y estar en el candelero.
Si cumple sus propósitos, el comienzo de curso nacerá con polémica. Si es que en algún momento la hemos abandonado.
Pero la bandeja que ha puesto Vox quizás quieran aprovecharla otros. Unos para cargar contra Sánchez. Otros para cargar contra ERC. Aquellos para meterse con Cs. Y los de más allá para lanzar pullas a quienes fueron sus socios y ahora enemigos.
Todo en un ambiente pre-electoral en Cataluña y con los presupuestos de España en el aire o a punto de negociarse.
Así que quizás todos acaben aprovechando la moción de Vox para sus intereses en vez de intentar que el ruido no lo inunde todo. En sus manos está que Vox sea un partido irrelevante. A pesar de sus 52.