El Congreso no es lo que era. Al menos para lo periodistas. Lo de la bronca política no ha cambiado, eso ya lo ven ustedes; pero el virus ha modificado la forma de ejercer nuestra profesión en el Parlamento.
El acceso al pasillo de Palacio está, por el momento, prohibido. Ese sitio que se hacía interminable para sus Señorías cuando, desde que lo pisaban hasta que lo abandonaban, les lanzábamos alguna pregunta incómoda a la que, muchos, no querían contestar. Es verdad que otros nunca se escabullían, parándose aunque fuera para contestar obviedades. Pero había auténticos maestros que, ante portadas escandalosas de corrupción, optaban por dar muchas y largas zancadas para recorrer el pasillo lo más rápido posible. La imagen ignorando a la prensa era demoledora. Recuerdo a Rajoy huyendo en los peores momentos de la Gürtel mientras los periodistas sufríamos los codazos y manotazos de su servicio de seguridad. María Dolores de Cospedal también pasaba sonriente pero muy silenciosa. En los tiempos preCovid, Pablo Iglesias, directamente, no atravesaba el pasillo para no tener que escuchar nuestras preguntas.
El virus nos ha quitado la oportunidad de hacer periodismo en el pasillo. El objetivo es evitar aglomeraciones y, por ahora, no está permitido.
Tampoco podemos esperar a los diputados a las puertas de las Comisiones en las que se reúnen. No tenemos acceso a estas zonas del edificio.
Nuestro radio de acción se limita a la zona de prensa donde tenemos nuestros lugares de trabajo y al famoso patio del Congreso. Al aire libre, con mascarilla y guardando la distancia es el único sitio, dentro de la casa, donde podemos conversar con los políticos e intentar conseguir información.
Tampoco las declaraciones o las preguntas a la carrera están permitidas en el patio. El que quiera salir airoso lo tiene más fácil que nunca. Muchos deben estar encantados. Pensarán que por fin se han quitado de encima a la prensa sin tener ni siquiera que pedirlo. Desde luego que viven mucho mejor. Lo malo es que se acostumbren demasiado y la excepción acabe por convertirse en norma incluso cuando haya vacuna. Esperemos que no. Estaremos vigilantes para impedirlo.
Es cierto que la sala de prensa está operativa para las comparecencias de los diputados que lo deseen y es allí donde podemos hacer preguntas. Pero claro, no todos desean pasarse por allí y menos cuando les rodea algún asunto espinoso.
Hoy me contaba un diputado que ellos también ven limitado su trabajo en el día a día. Ya no pueden recibir en sus despachos o zonas de trabajo a ninguna persona o colectivo. Todas las reuniones tienen que hacerlas fuera: en cafeterías, hoteles o restaurantes.
Tampoco podemos entrar todos los días a la cámara baja. Solo cuando haya pleno o comisiones. Las reuniones de esta semana entre Carmen Calvo y los grupos parlamentarios, por ejemplo, las hemos tenido que cubrir en la calle, sentados en un bolardo esperando a que terminaran.
Al margen de nuestra nueva rutina, he visto alegría tras la marcha de Cayetana Álvarez de Toledo como Portavoz del PP. Los de su partido se alegran de la cercanía de Cuca Gamarra y valoran que sea una mujer "normal". También están satisfechos en el PSOE porque, dicen, haber padecido la soberbia de una Portavoz con la que casi no se podía ni hablar.
En cuanto a la información, hay pocas novedades. Ya les advierto que nos esperan meses de estar subidos a la bici de los presupuestos y pedalear sin vislumbrar la meta. Pasaremos muchos días dando vueltas a las posiciones de unos y otros. Veremos quién gana la batalla: si Iglesias cerrando las cuentas con ERC y Bildu o Carmen Calvo, quien desea meter a Cs en la ecuación. Para despejar la incógnita se necesitarán grandes dosis de paciencia. Mientras tanto, seguiremos ejerciendo la profesión donde nos dejen.