No debería sorprendernos. Debería ser algo normal que con la que está cayendo nuestros políticos hablaran, negociaran y se entendieran. No por ellos, sino por nosotros. Esta semana he pegado varios respingos en mi silla al escuchar la Comisión de los pactos para la reconstrucción social y económica. Incluso les diré que me he emocionado. Sí. Vivo intensamente la actividad parlamentaria; como si fuera una serie de televisión, me dicen mis compañeros. Y esta semana he disfrutado con los capítulos que me tenían preparados los guionistas.
No he visto platos volando. Ni insultos. Ni reproches. Ni malas formas. Tampoco tonos desafortunados.
Esta semana, todos los partidos políticos, grandes y pequeños, tenían la labor de consensuar un plan de trabajo para la Comisión de la que deben salir las soluciones para la crisis del coronavirus. Y señoras y señores, sorpresa, no solo lo han conseguido, es que además todos han estado a la altura. Me podrán decir que decidir un plan de trabajo, un calendario o los nombres de las personas que comparecerán en el próximo mes y medio no es una cuestión de estado. Estoy de acuerdo. No han tenido que tomar aún grandes decisiones. Todo se andará. Vale. Pero han empezado lanzando un mensaje: hay voluntad de acordar. Y eso no siempre es la norma en el Congreso. Cuando hay buenas intenciones se nota. Los hemos visto muchas veces discutir por cosas mucho más absurdas. Esta vez no.
Quiero creer que esta vez han pensado en los miles de muertos, en la gente sin empleo, en los padres que trabajan en casa mientras crían a sus hijos, en los abuelos que no ven a sus nietos y no han querido dar otro lamentable espectáculo. Llamativa ha sido la negociación y el entendimiento entre populares y socialistas sobre cómo deben ser los trabajos de estos dos meses. El PSOE y Unidas Podemos han admitido propuestas del PP pero también de otros grupos. Un plan de trabajo que no ha tenido ningún voto en contra. Ni tan siquiera el de Vox. Y eso que la formación de extrema derecha empezó diciendo que ellos sólo participan en la Comisión para pedir la dimisión en bloque del Gobierno.
Hemos escuchado frases que, sin duda, representan a la sociedad en estos momentos difíciles. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, invitaba a todos a "no caer en el pim pam pum porque daremos vergüenza y pena". Ana Pastor, la expresidenta del Congreso, ha recalcado "el afán del PP por llegar a acuerdos. Tendemos la mano a todos, el futuro está en nuestras manos". Adriana Lastra, portavoz socialista y una de las responsables de que el entendimiento sea un éxito, ha reconocido que "la tarea es inmensa pero podemos hacerlo. No podemos perder más tiempo". Son solo algunas de las frases que llenan de esperanza el vaso del confinamiento.
Se han entendido tanto que entre todos los grupos parlamentarios habían pedido la comparecencia de 308 personas, y entre todos y en 20 minutos, han conseguido dejar la lista en 41 comparecientes para evitar que la comisión se eternice.
Ojalá este comienzo no sea un espejismo. He recuperado la esperanza. Ojalá no tenga que volver a este muro dentro de dos meses para contarles que siento vergüenza y pena porque 46 hombres y mujeres dijeron que tenían el futuro en sus manos y no han sido capaces de salvarlo.