Las últimas horas en Moncloa han vuelto a ser de vértigo. Y de nuevo por la inestabilidad de la política catalana. El anuncio de Quim Torra de un adelanto electoral en Cataluña ha vuelto a desmontar el tablero con la partida empezada y, aparentemente, encarrilada. De nuevo estamos ante un calendario endiablado que lo pone todo patas arriba.
Torra anuncia unas elecciones al mismo tiempo que reconoce públicamente el divorcio con ERC. Se acabó el postureo. No hay ya más mentiras en la relación entre Junts per Catalunya y ERC. Se terminó el amor hace mucho entre ellos y ya no lo esconden. El problema es que este divorcio puede tener unas consecuencias impredecibles en la política española. Otra vez. La estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez depende de ERC, un partido que quiere ganar en las urnas a Junts per Catalunya, que quiere gobernar la Generalitat y que, si es posible, apostará por un acuerdo tripartito con los socialistas catalanes y el partido de Ada Colau. Ese es el plan, una maniobra a tres bandas en el gobierno de España y en el de Cataluña. Tres partidos al mando de Moncloa y de la Generalitat. El objetivo es dejar sin tarta a Junts per Catalunya. Dejar fuera de juego al partido de Puigdemont que tantos quebraderos de cabeza está trayendo a la política y a la justicia.
El problema es que ERC es ahora un partido que desde el miércoles solo piensa en una cosa: las urnas que se pondrán en Cataluña. Todo lo que digan y hagan en ERC será utilizado desde Junts per Catalunya para matar, políticamente hablando, a Oriol Junqueras. ERC tiene a sus adversarios políticos vigilando de cerca sus movimientos para gritar bien alto: ¡En ERC son malos!
Con ese nivel de tensión y enfrentamiento es difícil hacer algo desde la razón. Se antoja complicado que ERC pueda dar pasos para facilitar la gobernabilidad de España teniendo al rival deseando que hagas algo que pueda ser, mínimamente, reprochable para tu electorado. No nos olvidemos que ambos pelean por la misma bandera: la de la independencia. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, dijo durante la investidura que sin mesa de diálogo no habría legislatura. De esa mesa de negociación entre el Gobierno español y el Govern de la Generalitat dependerá que ERC apoye o no los Presupuestos Generales del Estado, las cuentas que Pedro Sánchez necesita para gobernar. Esa mesa que debería haber empezado ya a andar, se dieron 15 días para ponerla en marcha desde la formación de Gobierno, ha estado en las últimas horas a punto de perder las 4 patas y quedarse en un tablón tirado en el suelo. Todo en el aire después de que Torra anunciara el adelanto electoral. La muestra de que las últimas horas han sido de locos está en que Moncloa dio a entender ayer a las 12:35 horas que aplazaba esa mesa hasta que hubiera un nuevo Govern en Catalunya para anunciar 7 horas más tarde que “manifestaban su disposición a celebrar la mesa entre Gobiernos”. Entre medias, una reunión. En Moncloa. La de Pedro Sánchez y Gabriel Rufián. Una hora estuvieron reunidos.
En todo este laberinto entra también el PNV. Este año tocan elecciones en Euskadi. Los nacionalistas vascos no quieren que sus comicios coincidan con los de Cataluña. Creen si la independencia monopoliza el debate, ellos pueden salir perjudicados. También Pedro Sánchez necesita el sí del PNV para aprobar los presupuestos y es mejor para los vascos no ir a las urnas al mismo tiempo que pactan con el PSOE. Así que PSOE ERC y PNV intentan trazar una estrategia conjunta para fijar un calendario electoral en Euskadi y Cataluña y un calendario de presupuestos que no perjudique a nadie. Ardua labor. Pedro Sánchez logró ser Presidente del Gobierno por la mínima. Lo consiguió el 7 de enero sudando tinta. Desde entonces el Gobierno ha tenido algún día bueno. Alguna alegría. Se salva el anuncio del acuerdo con sindicatos y empresarios para subir el Salario Mínimo Interprofesional y poco más. Porque en los últimos días el Ejecutivo de Sánchez ha tenido que hacer frente a una tormenta política de las grandes: el saludo/encuentro de José Luis Ábalos con la Vicepresidenta de Venezuela. Primero no se vieron. Luego se vieron pero solo se saludaron. Luego el propio Ministro reconoció que el saludo fue de 25 minutos. Siempre mantuvo que el encuentro fue en el avión, que ella no bajó ni pisó suelo español en su presencia. Pero ahora resulta que sí, que se despidieron en una de las salas de autoridades del aeropuerto. El PP ha pedido los vídeos del aeropuerto. Todo está grabado. Cuestión de tiempo que las imágenes salgan a la luz. Mejor decir la verdad ahora que tener que explicar más veces por qué mentiste. Este capítulo no parece estar cerrado. Los sobresaltos para el recién estrenado Ejecutivo no han hecho más que empezar.