Gabriel Rufián ha llegado a su primera rueda de prensa del año pisando fuerte. Y no solo porque ha estrenado las nuevas botas de piel que le han traído los Reyes. Sino, y sobre todo, porque se ha despachado con ganas contra Yolanda Díaz. La vicepresidenta primera del Gobierno ha hecho suya la reforma laboral, se lo ha tomado como un reto personal y eso tiene un precio. Por un lado se lleva los parabienes de quienes valoran que haya conseguido acercar en un mismo acuerdo a sindicatos y empresarios, pero Díaz también tiene que hacer frente a las críticas. Y en las últimas semanas no están siendo menores.
Rufián no ha escatimado en palabras gruesas y ha acusado al Ministerio de Trabajo de intoxicar y mentir entorno a las negociaciones. Asegura que hasta hace dos días nadie les ha llamado para negociar en serio la convalidación del Decreto de la Reforma laboral.
Los principales socios de investidura del Gobierno de coalición, PNV, ERC y Bildu, no comparten el texto de la reforma laboral pactado dentro del diálogo social. Para ERC y Bildu es insuficiente, quieren más. Reclaman, por ejemplo, tocar las indemnizaciones por despido argumentando que el texto pactado no cambia las normas del mercado laboral. El PNV, por su parte, reclama la prevalencia de los convenios autonómicos por encima de los estatales.
Los partidos que sustentan a Sánchez están muy molestos con las formas. No pueden entender que Yolanda Díaz haya obviado tan alegremente que sus votos son necesarios para convalidar la reforma en el Congreso. Les parece una falta de respeto poner el diálogo social por encima del poder legislativo. Y vuelve a enfadarles que el Gobierno de coalición actúe como si tuviera mayoría absoluta, llevando a los grupos de la izquierda parlamentaria al abismo, en votaciones extremas, con la amenaza de que la alternativa a no apoyarles es votar con la derecha de PP, Vox y Cs.
Así que el Gobierno no cuenta con el voto a favor de ninguno de estos grupos parlamentarios. Entre los tres suman 24 escaños. 24 escaños imprescindibles. Pero tampoco tiene asegurado el voto de partidos pequeños como Compromis y Más País, en los que también se apoyan para sacar adelante casi todas sus iniciativas parlamentarias.
Apenas quedan 15 días de negociaciones y ni PSOE ni Unidas Podemos tienen la certeza de que puedan salvar la reforma con los socios de investidura. Ambos partidos quieren intentarlo pero saben que la negociación está muy complicada. Los empresarios y los sindicatos han pedido que se mantenga el texto pactado en la mesa del diálogo social. No admiten cambios. Y si los hubiera, han amenazado con salirse del acuerdo. El problema es que ERC o BILDU no tienen problema en desmarcarse y, de paso, dejar claro que no están dispuestos a aceptar todo lo que diga el Gobierno.
Con este panorama, hay una puerta que el Gobierno podría abrir para salvarse: Ciudadanos. El partido de Arrimadas ha dejado bastantes pistas que hacen pensar que estarían dispuestos a votar a favor de la reforma si se deja el texto tal y como está.
Así que Yolanda Díaz tiene su primera gran prueba de fuego desde que Iglesias la designara para ser la nueva líder del espacio a la izquierda del PSOE. Ella quiere, a toda costa, salvar la reforma laboral que tanto ha peleado dentro y fuera del Gobierno. Pero tendrá que decidir si quiere hacerlo a costa de cualquier cosa.
Deberá pensar si está dispuesta a contar con los 9 votos de Ciudadanos y asumir el coste que eso pueda tener a cambio de convalidar el texto avalado por la patronal y los sindicatos. Soltar la mano de los socios de investidura de izquierdas y agarrar la del partido liberal de Arrimadas puede no ser la mejor carta de presentación para su futuro político. Tendrá que explicarlo muy bien si eso ocurre. En los próximos 15 días, Yolanda Díaz se la juega. Y de aquí a que haya elecciones generales, no dejará de hacerlo.