Hace unos días, recién empezado el año, el crudo invierno capitalista se llevó por delante a un hombre en Zaragoza; era argelino y vivía al raso. Las bajas temperaturas acabaron con su vida. Así lo dijeron en las noticias, sin entrar en detalles. Porque vivimos una realidad que no hace trampas, y la puta realidad no es otra que la que nos lleva a vivir en un sistema que nos echa a la calle para dejarnos morir de frío. Esta visto que un sistema así no funciona. Y quien afirme lo contrario, anda perdido.

La noticia de un cadáver flotando en las aguas heladas del cálculo egoísta – parafraseando a Marx y Engels- me lleva hasta la novela que mejor cuenta las fatigas de una familia de emigrantes: la familia Joad. Sus miembros, obligados por el polvo y la sequía, abandonan su hogar cargados con sus enseres, esperanzas y derrotas; echándose al camino, rumbo a la tierra prometida de California.

La novela se titula Las uvas de la ira (Alianza); fue publicada en 1939, y la escribió John Steinbeck para denunciar un sistema cuya categorías basculan entre el desarraigo y las hambres. Hay un bocado triste en toda esta novela desde su principio, con las últimas lluvias sobre los campos rojos de Oklahoma; la tierra llena de cicatrices tras la Gran Depresión cuyo origen fue la caída de la Bolsa de Wall Street; daños colaterales de una crisis provocada por los pijos de entonces. Año 1929.

Por todo ello, con la noticia del hombre que dormía al raso, uno se pone a pensar que cultivamos una tierra que da frutos tan amargos como los que permiten que un semejante muera de frío. Y lo vemos normal, sin ira, incluso -me atrevo a decir- que lo necesitamos para sentirnos agradecidos a un sistema que nos permite estar en nuestros hogares calentitos; el uno viendo el fútbol, el otro hablando por teléfono y yo dándole a la tecla. Sí.

El hombre se llamaba Serouzi Allouchi, alias Luis El Argelino. Le practicaron la autopsia, pero ningún forense se atrevió a decir que el cadáver presentaba signos de violencia ejercida por el capitalismo en su fase criminal de indiferencia hacia el ser humano.

Mientras escribo estas cosas, un incendio está reduciendo a cenizas la ciudad de Los Ángeles. Cuentan que, mientras el presupuesto bélico para bombardear Gaza se ha ampliado, se ha ido reduciendo el presupuesto para el cuerpo de bomberos. Las mansiones de Hollywood se queman y sus inquilinos tienen que hacer noche al raso, bajo un cielo de fuego.

Marx y Engels fueron desterrados de los planes de estudio en beneficio de Friedrich August Hayek y su concepción mecánica del mundo, un lugar donde la libertad del mercado convierte los derechos en mercancía. John Steinbeck lo contó hace un siglo con una ficción que seguirá viva por muchos años mientras haya gente que aún crea en el capitalismo, mientras existan personas que piensen que la realidad, la puta realidad, hace trampas.