Con estilo sumarial y mala leche, James Ellroy ha conseguido ser el puto amo de la novela negra. Para llegar a alcanzar tan distinguido rango, las ha pasado de todos los colores. Algo así se desprende de la lectura de 'Mis rincones oscuros' (Random House), su biografía criminal donde cuenta cómo se quedó huérfano de madre.

Era una guapa pelirroja que buscaba diversión y, al final del camino, encontró la muerte. Ellroy contaba con 10 años cuando la culebra del drama retorció su estómago. Llevó su tiempo liberar los fantasmas. Lo conseguiría con la escritura, soltando las cadenas y dando alas a los traumas envueltos en un sudario pagado a plazos.

En 'Mis rincones oscuros', Ellroy va tras los pasos del asesino, un seductor de tipo 'latin lover', moreno y fogoso, de esos que ofrecen a las mujeres cada noche un mordisco en el cuello. Su madre fue estrangulada con una de sus medias y abandonada en mitad de la noche, a la espera de que las moscas zumbasen alrededor de su cadáver. La lectura de 'Mis rincones oscuros' llega a dejarte en estado de shock. Con ritmo anfetamínico, Ellroy va desgranando la investigación que él mismo llevó a cabo. Fue imposible dar con el asesino y el caso de su madre paso a ser uno de tantos crímenes sin resolver de la Costa Oeste.

Con la lectura de esta memoria de sangre, he creído comprender muchas de las obsesiones de James Ellroy; esa violencia que salpica cada una de las páginas de sus novelas, dejando las de Mickey Spillane como escritas por una nenaza. El listón queda alto, imposible de superar a no ser que hayas perdido a tu madre de la misma manera, y luego pasado por presidios, correccionales y noches al raso, masturbándote con el olor de unas bragas robadas en casa de una prostituta. Es muy difícil escribir así, como James Ellroy, si uno tiene un desarrollado sentido de la cobardía. Para ser el puto amo de la novela negra como lo es él, hay que tener la espalda sudada y el mear roto. Lo demás son magdalenas, no sé si me explico.

Y todo esto viene a cuento porque, después de haber leído 'Mis rincones oscuros', me ha dado por pensar qué clase de criminal hubiese sido Ellroy de no haber liberado sus traumas con ayuda de la literatura, pregunta que no ha tenido muchas respuestas y que me ha llevado hasta ese grupo parapolicial que es Desokupa, cuya presencia violenta en las redes sociales con sus comunicados fascistoides ha generado en mí otras tantas cuestiones, pero sobre todas las demás, la de interrogarme acerca de qué tipo de traumas infantiles han tenido sus integrantes para alcanzar tanto desprecio por el prójimo en su discurso simplón y lleno de lugares comunes en defensa de la propiedad privada.

Pero lo peor no es eso, pues aquí nadie está libre de traumas; lo peor es que los Desokupa carecen de arte para canalizar sus demonios. Y por eso convierten sus rincones oscuros en violencia de la que cuenta y suena. Qué chungo.