Marina Abramovic y Ulay eran novios y residentes en una furgoneta. Diez años vivieron en ella recorriendo el mundo con sus performances. Un amor así debía celebrarse a lo grande y decidieron casarse de la forma más espectacular que se les ocurrió: cada uno de ellos saldría de un extremo de la muralla china y caminarían sus 6.000 kilómetros hasta encontrarse. Justo en ese punto, oficiarían su boda.
Lo malo es que el permiso del gobierno chino tardó ocho años en llegar y para entonces esa gran historia de amor estaba ya rota. Aun así siguieron adelante con el plan, solo que en lugar de casarse, celebraron su divorcio.
Los tres meses de caminata que tardaron y los 3.000 kilómetros que hicieron cada uno son la obra de arte que han dejado para la historia. El agotador subir y bajar montañas camino de la inevitable ruptura simboliza la agonía del final del amor, ese tiempo que todos hemos vivido en el que sabemos que la relación ya no da para más, que el final es inevitable… pero en el que no nos atrevemos a romper y seguimos adelante. Sufriendo, discutiendo...
Habrá quien piense que esto no es arte porque no hay un cuadro o una escultura. Sin embargo, esa representación a base de andar el camino nos transmite igual de bien, o mejor, el sufrimiento, la pena y el dolor de una ruptura amorosa.