Me he levantado a las ocho menos diez. He dormido bastante mal: me quedé frito más allá de la una y media, he tenido una pesadilla que me despertó a las tres y hasta al menos las cuatro no volví a pegar ojo. Cuando he amanecido era el único sin estar en vertical de esta casa: H y M ya tenían parte del desayuno puesto; son dos trituradoras que requieren al menos dos tandas de alimentación para arrancar y les he preparado la segunda.
Me he puesto un café solo con hielo que me he tomado mientras pegaba cromos. El Atlético de Madrid de la 2018/2019 ha tocado hoy: "M, este es Koke, que es de Vallecas"… "M, este es Filipe Luis, que lo conociste un día"… "M, este es Diego Costa, que jugó en el Rayo".
Al acabar, hemos ido a jugar a El Túnel. El Túnel es la cama de los padres. Ahora hay dos escenarios fundamentales de juego: el Hotel Australia (un colchón viejo que se coloca entre su cama y dos sillas) y El Túnel. Hemos jugado a lo que M llama "escenas": él se inventa una movida loca y los demás hacemos lo que él dice, básicamente. Hoy M era Bestia Salvaje Rojo, una criatura que emergía desde debajo de los cojines y nosotros la adoptábamos. "Nosotros" somos H y yo. H se llama Electrítico Sandía y yo Abuelo Espacial. El juego, que habrá durado hora y media, ha ido degenerando. Yo la mitad del tiempo no sé a qué coño estoy jugando, simplemente les hago caso. Hoy activábamos las catas (que son cápsulas de café de diferentes colores que, todavía no sé cómo, de repente son el juguete estrella de la casa) e iban pasando cosas. Juntando cinco de ellas (la de café solo, la de descafeinado, la de americano descafeinado, la de café largo y la de café con leche) hemos activado la guarida secreta, que, como ya intuiréis, se visita a través de un tobogán gigante que atraviesa la casa desde una habitación a la otra. En mitad del viaje (ellos corren, yo detrás) me he dado cuenta de que debíamos estar más juntos, porque íbamos montados en un tigre y me estaba quedando atrás. Ya me vale.
Después hemos disputado dos futbolines (en los dos, casualmente, han ganado 10 a 9) y les he puesto la media mañana. 11:30, hora del relevo. La madre deja de currar y coge su turno de entretenimiento (más pausado: dibujos, tareas, manualidades) para que yo me venga a escribir esto. Ahora me levantaré de esta silla y haré la comida, comeremos, me iré a trabajar (como mi jornada laboral fuera de casa es de risa y me llevan y traen en coche, apenas estoy fuera; en ese tiempo H se echará la siesta y M verá una peli) y cuando esté de vuelta, a las seis menos cuarto o así, los sacaré a que desfoguen. Luego de vuelta a casa, baño, cena, un poco de tele y a dormirles.
'Mantener la casa queda para el fin de semana'
Como, a pesar de que tienen todo el trajín posible, no se cansan lo que deberían, para las 21:00, cuando se van a dormir, no tienen demasiado sueño. M se queda rápido, pero a H a veces le dan las 23:00. Sin ganas de nada, intentaré ver algo de tele y me iré a dormir. Hoy habrá sido un día de los facilitos, además, porque no ha habido nada extra.
Hacemos aproximadamente una jornada laboral y media entre los dos, partida en mil trozos. Mantener la casa queda para el fin de semana. ¿Alguien me puede explicar cómo puede teletrabajar una persona sola con dos hijos? Si no queremos, por seguridad, que alguien de fuera venga a cuidarlos y no hay cole (que me parece bien que así sea), ¿está pensando alguien en cómo lo vamos a hacer? Conciliar y cuidar son dos verbos que necesitaremos conjugar en algún momento de esta crisis. Sirva la visión de alguien privilegiado como yo para que se hagan a la idea de cómo lo van a llevar los que no lo tengan tan fácil.