Hoy es un día para hablar de Michael Robinson, supongo. No lo conocí mucho. Coincidimos varias veces, claro, porque trabajábamos en varios sitios compartidos. La última vez que lo vi fue en "su" mesa de la terraza que hay enfrente de la Ser. Estaba allí todos los lunes, no sé si más días, era parte del paisaje. Esta última vez que hablamos estaba con su hijo. Yo llevaba una camiseta del Liverpool y, bueno, yo tenía que hacer una cosa después y llegué media hora tarde: cómo no te vas a quedar a escuchar al mejor comunicador de deportes de España contándote anécdotas de los Reds. Hablaba mucho Robinson, en mi experiencia. En general, me cae mal la gente que habla de más. Pero la verdad es que te quedabas embobado escuchándole. Me encantaba cruzarme con él. Hablaba mucho, pero no de más.
No voy a resaltar la valía de un tipo que fue uno de los mejores comentaristas de fútbol de la historia de España, un adelantado a su tiempo siempre y que presentaba el mejor programa de deportes de la historia de la televisión en España y el mejor programa de deportes de la historia de la radio en España. Es tan abrumador que sobra cualquier análisis más. Hay una generación de sensacionales periodistas deportivos que arrancaron con Canal Plus, en la que podríamos poner en cabeza a Antoni Daimiel, que son deudores en sus inicios de Robinson y de Alfredo Relaño. Su legado y su influencia es tan grande que no hace falta decir mucho más.
He consultado con Manuel Burque cómo contar esto que os voy a relatar ahora. Quiero que no leáis esta anécdota como algo funesto, porque no lo es. Reconozco que cuando me enteré de que Michael Robinson tenía cáncer se me heló la sangre por la noticia y porque inmediatamente se me vino a la cabeza esto que os voy a contar. Pero yo tengo un importante bagaje con el cáncer: mi padre, dos tíos y una prima murieron por esta enfermedad. Otra prima mía lo superó y mi madre ha salido adelante tras tener, no uno, dos. Mi manera de superar ese miedo que, entenderéis, tengo, es hacer muchas bromas con ello. No sé si a vosotros os funciona, pero a mí sí: digo que somos los Kennedy del cáncer y cosas así. Y más brutas. Hago chistes con quimioterapia y tal. Soy así, dejadme vivir.
El caso es que esto sucedió hace como tres años. Se presentaba la nueva temporada de programación de Cero, el canal en el que tengo un programa junto a Manuel Burque, Radio Gaga, y en el que se emitía por entonces Informe Robinson. A Burque y a mí nos encargaron hacer entrevistas a las principales caras de la cadena. Fue en Vitoria. A Robinson, además, le entregaban un premio por toda su carrera. Burque y yo entrevistamos a todos los que pasaron por allí entre risas, en un ambiente muy relajado. Pero, por lo que se ve, cuando entró Robinson rebajamos el tono, nos callamos y le dejamos hablar más. Era el respeto reverencial que le teníamos, sin forzar nada. Nos salió natural. Robinson era una leyenda y fue espontáneo tratarlo así.
Por la noche, estábamos en un bar y El Inglés se nos acercó. Nos dio las gracias por la entrevista y nos dijo que le había llamado la atención el tono con el que le habíamos hablado, con tanto respeto, tan bajo, tan serio. "Tíos, parecía que tenía cáncer y me estaba muriendo", dijo. Os lo juro. Burque y yo lo hemos recordado varias veces y se me encoge el alma. En ese momento, nos reímos, claro. Más yo que me encantan ese tipo de chistes. Cuando, un par de años después de aquella conversación, vi que Robinson anunciaba que estaba enfermo, os podéis imaginar el vuelco al corazón que me dio.
Ahora, claro, me da vueltas la cabeza. He pensado que cuando nuestra conversación sobre la camiseta del Liverpool ya estaba enfermo, y que nos reímos de la hostia. Mucho. No sé si su hijo se acordará, pero fue guay. Y tengo la sensación de que esa perspectiva tan cómica de la vida que tenía, esa manera de enfocar todo desde el humor, no la ha debido perder incluso en ese horror inenarrable que debe ser saber que te mueres. He leído a gente que lo conoció y que dice que es así. Y me reconforta saber que el humor puede servir para algo hasta en la peor de las situaciones. Ojalá se protegiera del miedo haciendo chistes sobre el cáncer, como hago yo. Y sonrío, y se me hace un nudo en la garganta a la vez, mientras escribo esto, porque no dejo de pensar en la tremenda puta mierda que es que se haya muerto Michael Robinson.