Tengo un conflicto. Cuando leo historias esperanzadoras en época de pandemia, pienso que es injusto, porque en este mar de muerte solo se debería hablar de los muertos. Cuando leo historias de muerte, pienso que es injusto, porque necesitamos esperanza y son más las historias buenas que las malas, aunque tengan otro peso. Es decir: que tendría conflicto si escribiera esto y si escribiera lo contrario. Supongo que vosotros también.
Mi madre tiene 80 años casi. Ha pasado dos cánceres y hace como un par de años llegó a estar ingresada con una neumonía. Su estado de salud en general es una completa mierda: ahora mismo está esperando para hacerse dos (sí, dos) operaciones de cadera. Hace muchísimos años, se rompió un hombro y la operaron tantas veces y tan mal, que le dieron una incapacidad, se tuvo que jubilar, fuimos a juicio y la Audiencia Nacional condenó al Insalud (hoy Sistema Nacional de Salud) a pagarle una pasta por el perjuicio que le habían causado. Tal fue la cosa, que salió en las noticias de Antena 3, que vinieron a grabar a casa, y nos llamaron de todas las teles para entrevistarla. Creo, y esto no lo sé seguro, que era la primera vez que la Audiencia Nacional condenaba a Sanidad por una negligencia médica.
Mi madre tiene 80 años casi. Ha pasado dos cánceres y hace como un par de años llegó a estar ingresada con una neumonía
Os pongo en antecedentes para que veáis que mi madre es una persona con buena suerte dentro de la mala suerte. Tiene una jodidísima mala fortuna para los temas de salud, pero ahí sigue, viva. Que no es poco. No os creáis que no lo valoro, eh… Llega un momento en el que que tu madre esté viva y razonablemente bien es una satisfacción diaria. La preocupación es mayor, pero existe esa pequeña alegría de que sigue aquí después del despiporre de enfermedades que ha tenido.
Bien, pues ojo a lo que os cuento. Han hecho test serológicos en la residencia de mi madre y ella, con 80 años, dos cánceres pasados y una neumonía hace no tanto, dice el test que ha pasado el coronavirus y ni se ha enterado. No tuvo síntomas (hace unas semanas una diarrea, pero como uno de sus cánceres fue colorrectal y tiene los intestinos jodidos, pues pensamos que era de eso) y está en una residencia en la que han muerto decenas de personas. De-ce-nas. Y mi madre, con todo el pasaporte para irse para el otro barrio, ahí sigue. Con sus anticuerpos y todo.
Ahora llegaría un giro de comedia muy loco en el que los test fueran una mierda y mi madre estuviera a un tris de palmar. Pues puede. Pero vamos a no quedarnos con lo que hay, que estoy bastante eufórico. Ahora me queda la fase de poder verla, porque ya son 50 días, y la echo de menos. Parece que queda poco y que ya llega.
Es decir, que sale el sol, pero de nuevo es mi buena suerte dentro de la mala suerte de todos. Y por eso tengo ese conflicto sobre si debería haber escrito esto o no. Pero bueno, queda escrito: por el camino os he contado la extraordinaria historia de la buena suerte dentro de la mala suerte de mi madre.