Como en cuarentena uno hace cosas muy locas, el otro día leí un tuit de Vox: "En esta crisis nos hemos olvidado de Greta Thumberg (sí, lo escribieron mal), del feminismo y de Franco, pero no de lo importantes que son las fronteras, la unidad nacional y el instinto de pertenencia a una comunidad. Problemas imaginarios contra problemas reales". Aparte de la demencia que supone oponer el cuidado de la casa común que es el planeta o el feminismo a la pertenencia a una comunidad, que ya en sí denota una disociación casi criminal de la realidad, ese tuit demuestra algo verdaderamente revelador sobre qué necesita la extrema derecha para imponer su discurso: miedo y ausencia de libertades. Ese es nuestro escenario actual y es en el que, efectivamente, nuestro pánico a morir y el no poder ejercer nuestro más básica necesidad de salir de casa hace que necesitemos más de lo que Vox considera como eje de su política.
Evidentemente, ahora, cuando no podemos hacer lo que dábamos por sentado, nos importa menos reciclar o dónde esté la momia de Franco. De igual manera que los planteamientos del feminismo en un país avanzado suenan marcianos en uno en el que las mujeres no pueden conducir o casarse con quien quieran. No tiene igual valor, por ejemplo, el sufrimiento animal en un país con derechos y comodidades más o menos cubiertos que en el Tercer Mundo: cuanto peores son nuestras condiciones, más valoramos lo instintivo y menos lo racional. Y ese es el terreno de Vox: cuanto más oscuro es el mundo, más cala su discurso. Por eso se empeñan en hacernos retroceder o en volver a debates superados, porque ahí ganan. Evidentemente si estás bajo el yugo de Franco estás más pensando en tener derechos básicos como la democracia que en dónde será enterrado cuando muera.
Creo que en esta cuarentena he aprendido que ser un rancio, que tener poco amor por la vida social superficial en general, me está beneficiando muchísimo. No necesito hablar con gente con la que no hablaba, no necesito salir al balcón a hacer la aplausada de "hola don Pepito, hola don José" ni valoro más a la gente que quiero. Y, sinceramente, si hemos necesitado del miedo y la privación de la libertad para darnos cuenta de lo increíble que es nuestra vida, igual es que éramos una sociedad enferma. Yo no tengo más ganas de saludar a mis vecinos porque lo cierto es que no lo hacía demasiado antes, pero no he aprendido ahora que si necesitaran algo, igual que cualquier persona antes, haría todo lo que pudiera por ayudarlos.
"Se nos había olvidado que vivir en comunidad es una de las bases de la vida"
Un mundo oscuro nos hace temer del extranjero, del vecino al que deshumanizamos y encerrarnos en la individualidad. Se nos había olvidado que vivir en comunidad, preocuparnos de los demás y la más sincera fraternidad por el ser humano, pensar menos en el yo y pensar más en el nosotros, es una de las bases de la vida. El feminismo, el ecologismo o la memoria de quienes fueron arrasados por la dictadura son movimientos que nos conectan y nos unen. Tener lo básico cubierto, las libertades cada vez más consolidadas, nos hace avanzar. En mundos oscuros como el que vivimos en este confinamiento es fácil caer en la tentación de discursos como el de la extrema derecha. Y es todo más sencillo: amigo, amiga, es posible que la señora mayor que vive en tu edificio ya estuviera sola antes de todo esto. Es muy probable que ya necesitara un gesto pequeño por tu parte. Si este horrible encierro nos sirve para que, a partir de ahora, pensemos más en el nosotros que en el yo seguro que todo lo que odia Vox avanzará y nos hará mejores.