Si Albert Rivera pudo hacerse el dormido por la noche para no cambiar el pañal de su hija es porque tenía a alguien a su lado.
En concreto, a una mujer.
Una madre que no podía hacerse la dormida porque ya no había nadie más.
Salvo su hija que no podía limpiarse por sus propios medios y el padre de su hija simulando no estar.
Escondido de su responsabilidad.
Y cuando resulta que sí, que hay alguien más, siempre es otra mujer precaria (y normalmente racializada) para hacer el trabajo sucio.
Albert ante los ojos de la sociedad es un tierno canalla.
Mira qué crack que consigue engañar a su mujer.
Palmada en la espalda y risas de compadreo.
Qué bien se lo monta el tío.
Igual que cuando alardean de una infidelidad porque qué masculino es que no te pille la parienta.
¿Qué hubiera pasado si una madre dice públicamente que se ha hecho la dormida cuando su hija lloraba muerta de hambre?
Pues probablemente hubiera tenido que acogerse a un programa de protección de testigos para adquirir una nueva identidad.
Porque las madres han de mantener su reputación de buenas madres.
Porque son increpadas y criticadas por salir a cenar después de dar a luz.
Porque son tachadas de irresponsables una y otra vez por hacer o dejar de hacer.
Porque durante muchísimo tiempo han tenido que callar cómo se sentían con respecto a la maternidad.
Porque siempre sobrevuela sobre ellas la culpa.
La posibilidad de en cualquier momento ser acusadas de no querer lo suficiente a sus hijos e hijas.
Pero ellos, no.
Ellos son esos padres pícaros considerados héroes del Universo cuando hacen lo que tienen que hacer.
Qué suerte tienes que el tuyo se levanta por la noche.
No es suerte, se llama corresponsabilidad en la crianza y es una obligación moral.
Pero para ellos, no.
Para ellos es esa especie de paternidad amable en la que escabullirse es una opción.
En la que otra pringue por ti.
En ver qué trampas, o qué artimañas, o estrategias sigo para hacer lo menos posible.
En ocuparme solo de las cosas que tienen que ver con jugar o cosas divertidas como ir al parque.
Y nunca de la mierda o de los piojos.
Tampoco de la carga mental.
Esa carga para las madres que parece que han nacido con ese don.
Farmacia, médico, colegio, antibióticos, piscina, bañadores, tuppers, justificaciones firmadas, actividades, cumpleaños, abuela, perro y todo.
Se preguntaba Albert Rivera con respecto a los vientres de alquiler si hay algo más feminista que una mujer ayudando a tener un hijo a otra.
Pues sí, Albert, hay algo mucho más feminista.
Y es un hombre cuidando en igualdad de aquello que ha tenido con una mujer.