La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, afirmó hace unos días que el modo de vida de las personas inmigrantes ha facilitado los contagios de coronavirus en Madrid.
Ese modo de vida tiene un nombre y es precariedad, y responsabilizar a las personas de la fragilidad y la incertidumbre es de ser muy mala persona.
Es tu culpa que tengas que ir en el metro hacinado.
Es tu culpa que vivas en ese piso minúsculo con tanta gente.
Es tu culpa que no llegar a fin de mes.
Es tu culpa haber querido venir a este país.
Haberte quedado allí.
Es tu culpa no «prosperar».
Es tu culpa que seas pobre.
Es tu culpa no «ser» como yo.
Esto lo dice Díaz Ayuso después de haber pasado parte del confinamiento en una suite de lujo cedida por un empresario. Después de haber mal alimentado con pizzas y hamburguesas diarias a las personas con menos recursos.
No sé cómo no se le ocurrió abrir los contenedores de basura y que comieran directamente de ellos y ahorrarse así el reparto a domicilio. Mejor no darle ideas, ¿no?
Sí, a Díaz Ayuso le encanta echar la culpa a los demás de absolutamente todo. Parece que su forma de actuar fuera el de una niña pequeña que rompe un jarrón en casa, lo esconde en el fondo de un armario y ante las explicaciones que le pide su padre ella pone como excusa que no es la única porque hay más niñas rompiendo jarrones en algún lugar del mundo.
El problema es que ni Díaz Ayuso es una niña ni Madrid es un jarrón.
Aunque igualmente lo está haciendo añicos.
La presidenta de la Comunidad necesita siempre de un «otro».
Construir la alteridad para echar balones fuera.
A lo único que le falta echarle la culpa de su gestión (repito: su gestión) es al cha-cha-cha.
No le demos ideas.
Madrid no se merece a Ayuso.
No se merece a alguien que es capaz confinar selectivamente a los habitantes de las zonas más humildes de un territorio que pueden seguir moviéndose para seguir produciendo y enriqueciendo a los demás. No se merece este mal trato, esta burla y esta ausencia total de sentido común.
Madrid no es de Ayuso.
Madrid es de los madrileños y las madrileñas. Lo que sí sería lo suyo es que ella asumiera alguna responsabilidad. Más que nada porque eso es lo que deben hacer los cargos públicos que están para servir a la ciudadanía: hacerse cargo.
Y si no lo hace, largarse.