A los hombres nos educan fatal.
Nos hacen creer que somos los reyes del mundo.
Nos muestran que nuestras opiniones son más válidas.
Que los lugares que ocupamos son más importantes.
Nos enseñan que somos los más fuertes.
Nos permiten ocupar más espacio, hacer más ruido, alcanzar puestos de poder.
Y así nos construimos en el privilegio perpetuando la desigualdad.
A los hombres nos educan fatal.
Porque hay cosas que los hombres no hacen, no se ponen o no dicen.
Y si lo hacen, se lo ponen o lo dicen, entonces son menos hombres.
Porque hay otras cosas que son exclusivamente de hombres muy hombres.
Y estas cosas tienen que ser muy visibles, tienen que notarse.
Nos dicen así que para que los demás hombres nos acepten tenemos que demostrar en público lo machos que somos.
Tenemos que insultar al hombre que no cumple con la norma de lo masculino para medirnos bien el tamaño de nuestra masculinidad.
Creando así la otredad para que exista un "nosotros" libre de sospecha.
Porque si el otro parece maricón y yo lo señalo desvelándolo entonces estoy a salvo del rechazo.
A los hombres nos educan fatal.
Tenemos que hacer ver todo el rato que no somos niños.
Que podemos lanzarnos desde el balcón de un hotel a una piscina o correr a trescientos kilómetros con el coche.
Que podemos follar muchísimo y compartir lo follado con los demás como un trofeo pornográfico: mira lo que soy capaz de hacerle.
Que podemos y debemos hacer ver quién manda aquí.
A los hombres nos educan fatal.
Nos enseñan que las mujeres son cosas y por tanto son susceptibles de apropiación.
Que son algo distinto e inferior.
Que sus cuerpos nos pertenecen y tenemos acceso a ellos.
Que tenemos que piropearlas a grito limpio para ejercer así nuestra heterosexualidad y que nadie pueda confundirnos con lo que no somos.
Que nuestras miradas las construyen, las animan, las salvan del ostracismo y que sin nuestra percepción no existen ni son.
Que así que podemos clasificarlas como pobres huerfanitas esperando un halago.
Que no hay matices, ni sombras, ni recovecos, esquinas u oscuridades.
Que son todas víctimas, débiles e inferiores.
A los hombres nos educan fatal.
A no hacernos responsable de la violencia machista producto de nuestra masculinidad.
Esa que agrede, maltrata, viola y asesina a las mujeres por el hecho de ser mujeres todos los días.
A separar los hechos y alejarnos en el espacio y en el tiempo para así no tener nada que ver.
A defender la camaradería y al gremio con excusas absurdas pase lo que pase.
A burlarnos del feminismo cuando el feminismo lo único que pretende es que los hombres seamos mejores hombres.
A los hombres nos educan fatal, sí.
Pero los hombres podemos reeducarnos.
Solo hay que querer.
Y que esta grandísima mierda que es el machismo.
Se acabe de una vez.