No todos los hombres. Eso es algo que decimos los hombres cuando se habla de violencias machistas. Queremos de esta manera quitarnos la responsabilidad sobre un problema como el machismo que sin duda nos incumbe a la sociedad en su conjunto.

Sí, no todos. Pero según la reciente Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 presentada este jueves por el Ministerio de Igualdad una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia machista.

Evidentemente estas violencias no la ejerce un único hombre y tampoco ese (no) único hombre vive debajo de una alcantarilla y solo sale a acosar, agredir, violar o matar a las

mujeres.

Ese (no) único hombre no es un «loco». Son muchos hombres a plena luz del día que conviven aquí, que tienen trabajos, que se van de vacaciones, que son nuestros primos, tíos y amigos. Sí, también los amigos.

El 49% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja aseguran que fue un amigo. La pregunta sería qué vamos a hacer los hombres con esta realidad. Dónde nos colocamos los hombres frente a esta violencia estructural que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres.

Podemos seguir negando su existencia como hace la ultraderecha. Cambiarle el nombre para que sea considerado (de nuevo) algo privado y familiar: un trapo sucio que se lava en casa. Y no considerada como una cuestión pública y de Estado que es lo que es.

Podemos seguir diciendo que en España no pasa eso, que miremos a otros países o a otras épocas. Alejando así del aquí y del ahora la cuestión para sentirnos mejor.

Esto no es una guerra de hombres contra mujeres. Esto es una guerra contra el machismo. Ese que acaba con las mujeres. Ese que nos educa a todos y todas para pensar que las mujeres son cosas y que son inferiores.

Ese que nos enseña que la masculinidad es algo que hay que construir a base de fuerza, conquista y dominación. Podemos seguir afirmando que no todos los hombres y lavarnos las manos.

O podemos mirarnos. A nosotros y a nuestro alrededor.

¿Cuántas veces hemos reído una broma machista a nuestros amigos para integrarnos en el grupo? ¿Cuántas veces las hemos hecho nosotros para que nos aplaudieran y para demostrar que éramos muy hombres? ¿Cuántas veces hemos censurado comportamientos machistas aunque eso pudiera perjudicarnos ante los ojos de los demás hombres? ¿Cuántas veces hemos dicho, no tío, así no, por ahí no, eso no está bien? ¿Cuántas veces hemos tratado mal o hablado mal de una mujer en público y delante de otros hombres para que los demás pensaran que nos importaban una mierda y que éramos unos máquinas? ¿Cuántas veces hemos preguntado seguro, quieres seguir, te gusta? ¿Cuántas veces hemos dicho podemos parar en cualquier momento o en estas condiciones no vamos a hacerlo? ¿Cuántas veces hemos puesto excusas absurdas para no ponernos un preservativo? ¿Cuántas veces nos hemos hecho cargo de las consecuencias de nuestros actos? Lo único que frena el machismo es el feminismo.

Por eso es urgente una educación feminista en todos los ámbitos. Que nos formemos dentro de los valores que el feminismo propone. Para que desde el principio las mujeres sepan que no están solas y que son libres. Y para que los hombres aprendamos que el llegar a ser hombre nada tiene que ver con la superioridad.

Que no hay nada que demostrar, que otra masculinidad es posible. Y que no podemos seguir habitando un planeta en el que no exista la igualdad.