En un barco en medio del océano hay una abuela.
Que tal vez fue violada y torturada en Libia.
Que tal vez vio cómo violaban y torturaban a su hija en Libia también.
Y que escapando de ese profundo horror.
Buscando una simple posibilidad de existir lejos de la violencia.
Un refugio.
Intentando que tal vez no le suceda lo mismo a su nieta.
Huyeron.
¿Qué harías tú si en el futuro que te espera a ti y a los tuyos es imposible que algo florezca?
Si lo único que hay es un tobillo rodeado por una cuerda vieja atada a un árbol muerto.
La vida no es un capricho.
Vivir no puede ser un privilegio.
Y cuando se convierte en uno es que algo estamos haciendo muy mal.
Dices que primero los de aquí.
Como si los de aquí y los de allí no fuéramos lo mismo.
Como si los de aquí no hubiéramos tenido que migrar alguna vez.
Como si la existencia aquí fuera más importante que allí.
En un barco en medio del océano hay un bebé con problemas respiratorios.
Y el hecho de que pueda morir depende de la decisión política de unas cuantas personas.
Que se excusan aludiendo a normas escritas también por unas cuantas personas.
Como si salvar una vida no fuera ya de por sí la mayor excepción que existe.
¿Qué harías tú si a tu bebé le falta el aire?
Si corres hasta un hospital y te dejan en la calle.
Varados en los márgenes de la compasión.
Tú y el bebé asfixiándose.
Gritándote desde una ventana que pruebes en un hospital en Turquía, o en Francia, o en Holanda, o en cualquier otro lugar pero no allí.
Dices mételos tú en tu casa.
Para así no sentir que no tienes alma.
Para alejarte de tu responsabilidad como ser humano.
Para disolver la culpa común.
Para seguir con tus rutinas sin pensar más en ello.
El ejercicio de la humanidad.
Es conglomerado de virtudes, afectos y vínculos que nos unen.
No es una elección.
La humanidad es una obligación.
Por eso lo que estamos permitiendo que suceda en medio del océano.
Es una vergüenza.
Es un genocidio por omisión.
Es la demostración fáctica de que somos lo peor que le ha pasado al mundo.
Con diferencia.
Menos mal que todavía hay personas.
Los auténticos héroes y heroínas que nos rescatan de lo indecente y lo indigno.
Que saben que la vida no puede valer tan poco.
Y que la reciben.
Con los brazos abiertos.