Existe una frontera de 958 kilómetros que suele cambiar la vida de aquel que intenta cruzarla; para bien o para mal. Se halla al sur de México, y cada año pasan por allí más de 400.000 centroamericanos; mayoritariamente procedentes del llamado 'Triángulo Norte'. Sus razones son las mismas que las de millones de migrantes repartidos por el mundo: huyen obligados de la miseria, de la violencia y de la tragedia. Buscan un futuro mejor en Estados Unidos. Muchos no lo consiguen, pero no dudan en arriesgar su vida durante miles de kilómetros en busca del sueño americano.
Es el descorazonador día a día que aguarda a los habitantes del Triángulo Norte de América, donde residen más de 31 millones de personas (16,3 en Guatemala, 8,1 en Honduras y 6,3 en El Salvador, según datos de sus respectivos centros de estadísticas). Allí, la pobreza planea constantemente sobre una mayoría sin oportunidades. Los datos que presenta cada país son duros: Amnistía Internacional cifra en 62,8% la tasa poblacional de Honduras que vive en la pobreza, y en 59,3% la de Guatemala. Algo inferior, aunque no menos preocupante, es el dato en El Salvador: el 31,8%.
El índice de criminalidad que presenta esta región centroamericana tampoco es alentador. El Triángulo Norte está considerada como la zona más mortífera de todo el planeta; y eso que no alberga una guerra declarada. Para entender la gravedad de la situación, una comparativa: en España, la tasa de homicidios se situó en 0,63 por cada 100.000 habitantes en 2016 (la segunda más baja de la Unión Europea). En cambio, Guatemala, que presenta la cifra más baja de los tres, tiene 35,1 por cada 100.000; Honduras, 63,8; y El Salvador, 108,6.
"Todavía me sorprende lo tranquilo que puedes pasear por aquí, sea la hora que sea. Allí eso ni se te pasa por la cabeza"
Así se entiende, pese a las incontables denuncias (abanderadas tanto por ciudadanos como por diversas ONG y otros organismos gubernamentales) a los respectivos gobiernos por su falta de mediación para paliar estas cifras, el notable aumento de peticiones de asilo de esta zona desde 2010 hasta la actualidad (en los tres países está por encima del 500%). La gran mayoría son rechazadas. ¿Qué opciones le quedan entonces a guatemaltecos, hondureños y salvadoreños? Un viaje lleno de peligros, en el que la posibilidad de llegar con vida al ansiado destino está marcada casi por el azar.
Víctor estudia en Madrid. Hace siete años que este joven procedente de Tegucigalpa, Honduras, viajó a la capital de España para estudiar Comunicación Audiovisual. Ahora quiere especializarse en fotografía. Desde que vive aquí, solo ha vuelto dos veces a su país. Pero sabe que su vida, de momento, no puede continuar allí. "Todavía me sorprende lo tranquilo que puedes pasear por aquí, sea la hora que sea. Allí eso ni se te pasa por la cabeza", cuenta. Víctor, que hace prácticas de empresa y trabaja a media jornada en una tienda de muebles, ayuda a su familia como puede desde la distancia. Otros familiares suyos no han tenido tanta suerte.
La entrada en México y el viaje a bordo de 'La Bestia' y otras rutas migratorias
Para los habitantes del Triángulo, Tabasco y Chiapas son algo más que dos estados de México. Situados al sur, y compartiendo frontera con Guatemala, suponen una suerte de punto de no retorno; una vez llegados a estos territorios, están obligados a no mirar atrás. El viaje no ha hecho más que comenzar. En Tabasco y Chiapas comienza un reto de increíble dificultad que no les asegura el éxito ni aún habiendo logrado llegar hasta México. Allí se bifurcan en una notable cantidad los caminos para llegar a Estados Unidos.
"Un primo de mi madre se marchó. No tenía dinero para cuidar a su mujer y a su hijo, e intentó llegar a Estados Unidos para trabajar. No pudo ir de legal, y tampoco tomó el tren. En mi familia nadie ha sabido nada más de él". Víctor se refiere a 'La Bestia', también llamado 'Tren de la muerte': una red ferroviaria que conecta el sur de México con el norte. Si bien está dedicada en exclusiva al transporte de cargas, también supone una de las rutas más utilizadas para llegar a la frontera.
El primer riesgo que presenta este medio de transporte se halla precisamente al inicio de su trayecto. Al ponerse en marcha, son muchas las personas, entre 1.000 y 1.500 al día, según datos del Instituto Nacional de Migración de México, que corren tras el tren para aferrarse a la escalera de algún vagón y, sujetos desde el exterior, comenzar un viaje que dura una media de tres semanas. Partiendo desde Tenosique, Arriaga y, en ocasiones, desde Ciudad Ixtepec, así actúan con todos los ferrocarriles que tienen que coger para llegar a las ciudades del norte. Pero es el daño menor. Las disputas entre viajeros y la acción de las maras y otros grupos criminales acaban en numerosas ocasiones con chantajes, secuestros, violaciones y muertes.
A través de este sistema, los migrantes pueden intentar llegar a la frontera haciendo uso de dos ramales principales: el que conecta Coatzacoalcos con Reynosa, para entrar por Texas, y el que conecta el puerto de la misma ciudad con Sonora y Baja California, para entrar por Arizona o California. También desde Ciudad Ixtepc pueden ir hasta Ciudad de México para después coger otros trenes que se dirigen al centro de la frontera norte, con entrada en Nuevo México. Son los trayectos más conocidos, pero no los únicos empleados. Tampoco es la ruta más peligrosa a la que se enfrentan los indocumentados que intentan llegar Estados Unidos.
La creciente explotación de otras vías para cruzar México sin enfrentarse a los controles del Estado se ha dado por una de las últimas medidas que acordó llevar a cabo el gobierno mexicano: el Plan de la Frontera Sur, cuyo objetivo es reforzar la seguridad y la vigilancia en distintos puntos fronterizos con Guatemala (en Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Quintana Roo, fundamentalmente). De esta forma se ha intentado reducir el número de personas que se suben a 'La Bestia' y la labor de las bandas criminales que actúan por esas zonas. Si bien las autoridades afirman que este proyecto permite una entrada regular de extranjeros y está beneficiando al desarrollo de la región sur de México y del norte de Guatemala, numerosas organizaciones y colectivos por los Derechos Humanos han denunciado que realmente funciona como un plan de contención migratoria con importantes fallas que está alejando a los indocumentados de albergues y centros de ayuda.
Este paquete de medidas tampoco ha logrado disminuir de forma considerable la cifra de personas que intentan alcanzar a 'La Bestia', y ha provocado que, ante el temor de ser detenidos y devueltos a sus respectivos países, aprovechen rutas más largas o más peligrosas para entrar en México que facilitan aún más la acción de grupos criminales. Entre ellas, la llamada 'ruta marítima'. En el Triángulo Norte es conocida como 'la tradicional', y es probablemente la más dura. Los migrantes que viajan por esta vía pagan un alto coste por introducirse en frágiles embarcaciones fletadas, en su mayor parte, por el cártel de los Zetas. Guatemaltecos, hondureños y salvadoreños se agolpan frente al puerto de Ocós, en el departamento de San Marcos, Guatemala, con la esperanza de ocupar una plaza que les deje sin grandes contratiempos en la costa mexicana. La realidad es otra.
Si logran llegar con vida a tierra, tendrán que volver a empezar de cero
Meses de ahorros (entre 200 y 500 dólares, dicen algunos diarios mexicanos,según su procedencia) son invertidos en formar parte de la tripulación de una barcaza que viaja a gran velocidad por los mares del Pacífico, bordeando la costa, en la oscuridad de la noche. Que naufrague es la consecuencia más común. En ese caso, si logran llegar con vida a tierra, tendrán que volver a empezar de cero. Si la embarcación no se hunde, y tal y como sucede en 'La Bestia', a los migrantes les espera un viaje de robos, extorsiones y lanzamientos por la borda. Todo ello si el trayecto no acaba en muerte.
Viajar a través del mar es la forma más rápida de entrar en México, bordeando el Golfo de Tehuantepec. Sin embargo, si se logra llegar al destino (normalmente, en los estados de Chiapas u Oaxaca), aún quedará por recorrer un camino de, como mínimo, 1.500 kilómetros a través del México más abrupto y desconocido. Los centroamericanos han comenzado a ver en esta ruta un riesgo demasiado grande como para planteársela, y desde hace tiempo son muchos los que intentan introducirse en México para llegar a Estados Unidos a través de la ruta del Pacífico. Es la más larga, pero también la menos peligrosa.
Así, al menos, lo consideran ellos. Un informe presentado por la asociación 'FM4 Paso Libre' destaca que el 54% de personas que ha recogido su muestra ha elegido esta vía por seguridad. ¿La razón? "Es necesario precisar que esta decisión no sólo se basa en lo que sucede con la delincuencia organizada, los migrantes también buscan evitar la violencia por parte de las autoridades: los robos y la fuerza coercitiva del poder judicial, que se manifiesta en las policías municipales, estatales, federales y las autoridades migratorias", explica el documento. Sin embargo, sólo el 5% de las personas que se arriesgan a tomar este camino lo conocen. Esto es, "la usan porque hay una experiencia previa y no tienen contemplado usar otras opciones", detalla 'FM4'.
En esta opción, más de 4.000 kilómetros se apostan entre los habitantes del Triángulo que han decidido dejar atrás su país y Estados Unidos. Este trayecto nace normalmente en Tabasco, y tiene como primer destino Veracruz. Desde allí se toma la ruta hacia Guanajuato (se evita la travesía del Golfo, controlada por el crimen organizado, que pasa por Tamaulipas hasta llegar a la ciudad fronteriza de Matamoros) y se pone rumbo hacia el noroeste mexicano, pasando por Sinaloa y el desierto de Sonora, entre otros puntos de mayor riesgo, para llegar finalmente a las ciudades fronterizas de Nogales, Mexicali o Tijuana.
Un futuro incierto
Ni siquiera de esta forma se aseguran lograr su objetivo. Los datos de Amnistía Internacional en este sentido son también demoledores: desde 2010, el porcentaje de deportaciones realizadas desde México a Guatemala se ha incrementado en un 188%; en Honduras, en un 145%; y en El Salvador, en un 231%. Las cifras que presenta Estados Unidos no son menos sorprendentes. En una muestra recogida por el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en esta última década se refleja que 876.593 personas procedentes de Centroamérica han sido deportadas de Estados Unidos a sus respectivos países.
De esta cifra, el 94% tenía una nacionalidad correspondiente a los países del Triángulo Norte. En concreto, más de 336.000 guatemaltecos que habían entrado en EEUU en los últimos diez años han sido deportados. A Guatemala le sigue Honduras, a donde han sido repatriados 289.000 personas. A El Salvador han sido enviadas 197.000 personas que habían logrado entrar de forma irregular en Estados Unidos.
Paralelamente, y de forma genérica, el número de personas deportadas al Triángulo Norte, principalmente desde México y EEUU, ha disminuido un 35,6% en el último año, según señala la Organización Internacional para las Migraciones. Para ellos, los que arriesgan su vida, estos datos solo son números sin importancia, y no dudarán en volver a intentarlo una y otra vez hasta conseguirlo. Todas las veces que sean necesarias.
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