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¿Por qué las 500 Millas de Indianápolis no se parecen a ninguna otra carrera?
¿Por qué las 500 Millas de Indianápolis no se parecen a ninguna otra carrera?
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Como suele ser habitual, un año más las 500 Millas de Indianápolis coincidirán con el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. El hecho de que ambas citas tradicionalmente fueran calendadas en función de festivos nacionales (Ascensión en Mónaco y Memorial Day en EEUU) ha forzado tal coincidencia en buena parte de sus ediciones, siendo la Indy 500 la más veterana. Nacida en 1911, en 2016 alcanzí su 100ª edición. Por ello merece la pena echar un vistazo a esas características que hacen de ella una prueba tan especial. La primera es que las 500 Millas de Indianápolis son un evento que va más allá de un domingo a finales de mayo. Antiguamente duraban todo el mes de mayo. Ahora, debido a los altos costes, la IndyCar Series aprovecha para organizar una cita en el trazado rutero del Indianapolis Motor Speedway a principios de mes y luego cambia el chip para que los equipos de la IndyCar Series rueden en el gran escenario de cara a las sesiones de clasificación, una semana antes de la carrera. Hablo bien de sesiones porque en Indianápolis llegó a haber hasta cuatro jornadas completas de clasificación para la gran carrera, en la que decenas de monoplazas peleaban por un hueco en parrilla, lo que dio pie a debacles históricas como la de Penske, que tras arrasar en 1994 no pudo defender su corona un año más tarde al no clasificar ningún coche. Ahora sólo hay dos días, el fin de semana previo a las 500 Millas: el sábado se escoge a los nueve más rápidos, que se jugarán la pole el domingo; el resto deberá pelear por su sitio entre los 33 elegidos al día siguiente sin optar a más que la décima posición en parrilla. A partir de ahí, los participantes en las 500 Millas sólo tienen dos ocasiones más de realizar los ajustes para la gran carrera: una sesión de entrenamientos libres el lunes y el tradicional Carb Day del viernes previo a las 500 Millas. Esta jornada es ya una gran fiesta en la que tiene lugar una competición de paradas en boxes y la única carrera telonera de las 500 Millas de Indianápolis, la Freedom 100 de Indy Lights. Y llega el domingo. Con salida prevista a mediodía, los prolegómenos son año tras año los mismos, con participación del ejército (no en vano el Memorial Day es un día de homenaje a las Fuerzas Armadas) y bandas universitarias, se cantan canciones tradicionales de Indiana, se reza antes de la carrera y los pilotos deben decir con antelación qué tipo de leche querrán que les sirvan de llegar a celebrar su victoria horas más tarde. Claro que si quieren enfadar al público pueden brindar con zumo de naranja, como hizo Emerson Fittipaldi. La carrera tiene poco que ver con cualquier otra prueba de monoplazas. Es lo más parecido a una prueba de resistencia en solitario. Obviamente se ven adelantamientos desde la primera vuelta y numerosos cambios de líder, pero la clave es sobrevivir hasta pasado el ecuador de la prueba (en caso de lluvia se da por válido cualquier resultado más allá de las 100 vueltas) y cuadrar las paradas en boxes para evitar parar en los últimos giros. Así, parte de la magia de Indianápolis reside en que siempre hay outsiders con opciones: basta con tener un coche con punta de velocidad en tráfico o una buena estrategia de consumo de combustible para terminar apareciendo en los primeros lugares a final de carrera. Eso hace que la mayor parte de la parrilla salga a pista el último domingo de mayo sabedora de que se puede soñar con beber leche unas tres horas más tarde.
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