El aceite es fundamental para nuestro motor y no hay que jugársela
Cambiar el tipo aceite del motor para ahorrar: ¿Bulo o realidad?
El aceite es una pieza clave en el puzzle del motor. Sin él, el rozamiento entre piezas puede generar una fricción terrible que resulte en pérdidas de potencia, calor en exceso y averías de consideración. Por eso no hay que jugársela pero, ¿qué márgenes hay a la hora de cambiar el aceite? ¿Qué pasa si cambiamos a otro aceite distinto al de serie?
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El aceite lubricante es una pieza clave en el puzle del motor. De él depende que el motor no sufra desgaste en exceso, y por tanto tenga pérdidas excesivas de energía, se caliente demasiado y/o sufra averías. Además también previene la corrosión, por lo que elegir el aceite correcto para nuestro motor no es baladí; es más importante de lo que parece.
Uno de los parámetros clave a la hora de identificar un aceite es su nivel o índice de viscosidad. Este se rige por la norma SAE J 300 de la Society of Automotive Engineers, y son los números que aparecen en la etiqueta frontal de cualquier lata de aceite.
Actualmente, la mayoría de aceites son multigrado: esto significa que cumplen su función tanto en frío como en altas temperaturas, de ahí que aparezcan dos números junto a la letra W (por Winter, o ‘invierno’ en inglés). El número a la izquierda de la W hace referencia al índice de viscosidad a bajas temperaturas; el número de la derecha, al índice de viscosidad en temperaturas altas (próximas a la temperatura de servicio del motor).
Esa nomenclatura puede ser diversa en sus combinaciones (5W 30, 10W 40, 15W 40, etc.), y los fabricantes siempre recomiendan uno específico para cada modelo. ¿Pero qué pasa si cambio de aceite?
Hay quien piensa que cambiar a un aceite con un SAE más bajo, o más alto, puede hacerle ahorrar en algún sentido. Quizá con un aceite más barato ahorre en mantenimiento; probablemente con uno más caro ahorre en futuras averías. Lo cierto es que cuando un fabricante de coches recomienda un aceite específico para un modelo o versión concretos, lo hace a sabiendas de que es el mejor para ese motor. Cada motor está fabricado con unas aleaciones de metal específicas y tiene unas holguras características entre sus partes que le generan unas necesidades de lubricación muy concretas.
Es cierto que un aceite menos viscoso en frío, más fluido, puede hacer más rápida la lubricación al arrancar, pero esto se nos puede volver en contra cuando el motor alcance su temperatura de servicio.
La viscosidad es inversamente proporcional a la temperatura y si elegimos un índice de viscosidad más bajo del recomendado, a altas temperaturas el aceite podría ser tan fluido, tan poco viscoso, que ni siquiera llegue a generar una película lubricante entre las piezas. De esta forma el aceite escurriría demasiado rápido, no cumpliendo con la función para la que está diseñado, y podría causar averías de consideración.
Asimismo, un aceite demasiado viscoso podría no llegar bien a todos los recovecos del motor, dejando partes sin lubricar. Eso, sumado a las diferentes propiedades de cada aceite debido a su composición (ni siquiera dos aceites con el mismo SAE son idénticos), hace que sea tan importante seguir a pies juntillas la recomendación del fabricante cuando del aceite para nuestro motor se trata.
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