UN CASO PRÁCTICO
¿Cómo influye la niebla y la lluvia en el funcionamiento de los radares?
La presencia de estos elementos puede suponer una interferencia para que los radares desempeñen correctamente sus funciones.
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Durante otoño e invierno es frecuente que algunos de nuestros trayectos en coche estén marcados por condiciones meteorológicas adversas. Las precipitaciones y la niebla no sólo influyen en nuestra seguridad vial, también juegan en contra de algunos dispositivos como los radares. Y es que la presencia de estos elementos puede suponer una interferencia para que los radares desempeñen correctamente sus funciones: así influyen.
Los cinemómetros funcionan de la siguiente manera: envían un haz de luz que rebota en cada vehículo que circula por la calzada y regresa al punto de origen. Con el tiempo que tarda en ir y volver este pulso lumínico, el dispositivo calcula a qué velocidad se está moviendo el coche. En condiciones normales, estas señales se propagan por el aire: un escenario que puede cambiar con la presencia de lluvia o niebla.
Cuando las precipitaciones son muy intensas o la densidad de la bruma es elevada, el agua sustituye al aire. Este fenómeno, llamado refracción, implica que el haz de luz se mueve por un medio distinto y su velocidad es diferente: en el aire es de más o menos, de 300.000 km/s y en el agua es de 225.000 km/s. Los cálculos hechos para una situación en la que las condiciones son normales, por lo tanto, no serían válidos.
Un caso práctico
Traducido esto a la práctica, un radar podría medir de forma incorrecta la velocidad a la que circulamos y sancionarnos de manera injusta. Es lo que le ocurrió, hace un tiempo, a un conductor que circulaba por la N-232 a la altura de Mallén (Zaragoza): según el cinemómetro, su velocidad era de 184 km/h en una zona limitada a 60 km/h por obras. Una infracción muy grave que conllevaba una multa de 600 euros, la pérdida de seis puntos, la retirada del carnet entre uno y cuatro años y cárcel de tres a seis meses, multa de seis a doce meses o trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 90 días.
El hombre insistía en que había respetado los límites mientras los informes de calibración del radar estaban al día y confirmaban que funcionaba correctamente: ¿cómo podía ser? Por la lluvia: el día de la supuesta infracción, la borrasca Gloria azotaba España. Algo que confirmó un informe de la Agencia Estatal de Meteorología: había intensas lluvias e, incluso, nevadas dando lugar a “una situación muy excepcional” en la zona. A esto sumaron un informe pericial firmado por un ingeniero explicaba que “las gotas de lluvia, la nieve, el granizo, la niebla intensa, incluso la suciedad o nieve en el cristal de la caja del radar pueden dispersar geométrica la luz del láser”. Finalmente, la Justicia dio la razón al conductor.
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