UNA CUESTIÓN DE SEGURIDAD
La DGT lo tiene claro: ¿qué conductores tienen más posibilidades de hacer un control de drogas?
Los controles de consumo de alcohol y drogas al volante han conseguido reducir de manera palpable el consumo de estas sustancias entre los conductores. Sin embargo, no siempre es suficiente...
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La siniestralidad vial sigue siendo uno de los grandes retos para la seguridad en las carreteras. Factores como el exceso de velocidad o el consumo de alcohol y drogas se posicionan como causas determinantes que incrementan el riesgo de accidentes graves o fatales. El exceso de velocidad no solo reduce el tiempo de reacción del conductor, sino que también agrava las consecuencias en caso de colisión, al aumentar la energía del impacto. A velocidades más altas, los sistemas de seguridad de los vehículos pierden efectividad, y el margen para evitar accidentes se reduce drásticamente.
Por su parte, la conducción bajo los efectos del alcohol y las drogas deteriora las habilidades motrices y cognitivas, provocando una pérdida de reflejos, falta de concentración y una falsa sensación de control que resulta letal al volante.
El consumo de alcohol y drogas no solo incrementa la posibilidad de sufrir un accidente, sino que también suele agravar la gravedad del mismo. Los datos demuestran que los accidentes en los que el conductor presenta niveles elevados de alcohol o drogas en sangre suelen tener consecuencias más trágicas. Esto se debe a que, además de la menor capacidad de reacción, el comportamiento de los conductores bajo estos efectos tiende a ser más imprudente, con maniobras peligrosas y decisiones impulsivas que ponen en peligro no solo su vida, sino también la de otros usuarios de la vía.
Para reducir la incidencia de estos factores en los accidentes de tráfico, los controles de alcohol y drogas se han convertido en una herramienta clave en la vigilancia vial. Sin embargo, mientras los controles de alcoholemia son rutinarios y de bajo coste, las pruebas de drogas implican un coste considerable, lo que limita su aplicación generalizada. Para optimizar estos recursos, los agentes de tráfico seleccionan de manera precisa a qué conductores realizar estas pruebas.
En muchos casos, los conductores que han dado 0,0 en el control de alcoholemia pero muestran una conducción errática son los principales candidatos para ser sometidos a un test de drogas. Este enfoque permite focalizar los esfuerzos en los conductores que presentan un mayor riesgo para la seguridad vial, asegurando así un uso eficiente de los recursos disponibles.
En las últimas semanas, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha planteado una posible modificación en la legislación que afectaría directamente a la tasa de alcohol permitida en sangre para los conductores. Actualmente, la tasa máxima permitida es de 0,5 g/l en sangre (o 0,25 mg/l en aire espirado), pero la DGT está considerando reducir estos límites, inspirándose en las normativas de otros países europeos donde se aplican umbrales más estrictos.
Esta propuesta busca combatir los altos niveles de siniestralidad asociados a la conducción bajo los efectos del alcohol, ya que incluso cantidades moderadas pueden afectar significativamente las capacidades del conductor. La DGT ha dejado claro que el objetivo es llegar a una tolerancia cero para conductores noveles y profesionales, al igual que en otros países, donde se ha demostrado que esta medida ha contribuido a una reducción considerable de accidentes relacionados con el alcohol.
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