Durmiendo hacinados entre cadáveres, permaneciendo horas contorsionados dentro de un neumático como tortura o recibiendo constantes palizas. Así es el día a día de los presos sirios. "Tan pronto como se abrió la puerta de la camioneta que nos llevó a la cárcel, los guardias se nos echaron encima", cuenta Salam, abogado y expresidiario.
Es la cruel bienvenida que dieron a Salam tras ser arrestado en una protesta pacífica. "Nos golpeaban dentro de la celda, donde el suelo estaba lleno de sangre. Aquello olía a rancio y a sangre", acentúa. Su testimonio y el de otros 64 reclusos han sido recogidos por Amnistía Internacional y recreados en 3D para denunciar la violación de derechos.
En tan solo cinco años, han muerto más de 17.700 opositores; esto es, la salvaje cifra de 300 personas al mes. "Cada vez que traen la comida, hay una batalla. Escogen a varios, se los llevan y les pegan. Podía escuchar los sonidos. El corazón empieza a latir con fuerza y no puedes controlarlo", relata Anas Hamado, agricultor y exrecluso sirio.
Aparte de palizas sistemáticas, en aquel lugar hay plagas de sarna, piojos y desperdicios de comida para alimentarlos. "Hay personas que entraron con 100 o 110 kilos y han salido con 40", recuerda el activista Diab Serrih, que también estuvo preso. En el catálogo de los horrores, también narran cómo les obligan a violarse entre ellos o cómo, por la falta de ventilación, amanecen entre cadáveres asfixiados.
Un repertorio perverso que Amnistía Internacional quiere detener. Exigen acción a la comunidad internacional para que estos crímenes no queden impunes.