Alejandro enseña las heridas de guerra de su operación, lo hace con orgullo porque gracias a ellas vive. Y ríe, bosteza y puede seguir abrazando a su padre. Pero el 25 de abril su vida se paró. "Él lo único que me dijo fue 'papá no veo' y se desplomó", ha contado el padre del pequeño.
Tuvo una parada cardíaca. En el centro de salud le reanimaron, pero le encontraron un tumor en el corazón entre los dos ventrículos. Le extirparon el 80% del tumor, pero seguía existiendo riesgo de volver a sufrir una nueva arritmia mortal.
Por ello, los médicos decidieron colocarle un desfibrilador. "Se sitúa a nivel de la pared torácica de manera subcutánea con una pequeña antena delante del esternón, pero nada dentro del corazón", así lo explicado José Manuel Garrido, Jefe de la Unidad de Cirugía Cardiovascular.
Por primera vez se colocaba este desfibrilador para adultos sin cables a un niño tan pequeño de sólo cinco años y 19 kilos de peso. "Me dijeron que había mucho riesgo, podía incluso quedarse en la cirugía", asegura el padre.
La operación fue un éxito, gracias a todo un equipo médico Alejandro hace vida normal, aunque lo de subirse a una bicicleta aún tendrá que esperar.
Sin volante ni pedales
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