Un ingenio que ha llamado la atención por su sencillez y por sus posibles aplicaciones a mayor escala.
A través de un juego de espejos ha creado un dispositivo que nos hace invisibles y su pequeño hijo está encantado de ejercer como conejillo de indias.
En realidad el mecanismo es básico: dos espejos en ángulo recto, uno frente al otro. Si nos metemos en medio y nos miran desde 25 metros de distancia, no se nos ve.
John ha creado otros dos mecanismos que nos vuelven invisibles, todos de manera rudimentaria. Trucos parecidos a los utilizados por algunos magos, pero que este hombre asegura que se podrían llegar a utilizar a gran escala. Podrían camuflar hasta satélites.
Se une así a la fiebre por volvernos transparentes. Esta misma semana hemos sabido que científicos de Singapur han hecho desaparecer un gato y un pájaro utilizando unos paneles de vidrio.
De lo que aún no hay imágenes es de la capa invisible para militares que una empresa canadiense anunció en diciembre.
Y hace un año, científicos una Universidad de Nueva York consiguieron volver una escena invisible durante 40 picosegundos, lo que dura un pestañeo. Visto y no visto.