Sólo cuando el hielo del lago Roopkund se derrite, el misterio aflora: cientos de huesos humanos resposan bajo sus aguas y sólo entonces salen a flote. La presencia de estos huesos ha alimentado la curiosidad de científicos y antropólogos por descubrir de quién son estos huesos y por qué están ahí, a 5.000 metros de altura en un paraje inhóspito.
La ciencia baraja cualquier posibilidad. Se llegó a hablar de un cataclismo climático, una lluvia de granizo que acabó con las vidas de un grupo de personas que peregrinaban al cercano santuario de Nanda Devi, diosa de la felicidad. La teoría se explicaba por una leyenda del siglo IX, que se apoyaba en las fracturas de algunos de los huesos.
Pero esa hipótesis en cuestión ya no se sostiene. Un nuevo análisis de 38 esqueletos reveló que no todos los huesos son de la misma época, ni pertenecen al mismo grupo étnico.
La prueba del carbono 14 desvelaba que existe un grupo de 23 individuos que vivió entre los siglos VII y X. Su análisis genético revela además una relación con los indios actuales.
Sin embargo, el otro grupo, formado por 14 personas, falleció en torno al año 1800 y su genética es propia del Mediterráneo oriental. Esto quiere decir que su ascendencia sería más cercana a los otomanos del este de Europa.
A partir de ahí, se abren más preguntas: ¿qué hacían en este punto tan remoto de la India, en concreto, en un lago que requiere un ascenso de tres días para alcanzarlo?
El debate está servido y, por el momento, se descarta una opción: no pudo ser una expedición militar debido a la proporción tan paritaria entre hombres y mujeres.
Lo único que está claro es que, a estas alturas, el misterio continúa y el lago Roopkund sigue guardando su secreto.
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