En qué consiste el solsticio
El solsticio hace referencia al momento en el que el Sol incide con mayor intensidad sobre uno de los hemisferios terrestres que sobre el otro. Aquí encontramos la diferencia fundamental de este fenómeno con el equinoccio: en este segundo los rayos solares inciden con la misma intensidad sobre todo el planeta.
En el solsticio de junio, el de verano, el Polo Norte se coloca con una inclinación más pronunciada hacia el Sol. Esto conlleva que en el hemisferio norte tenga lugar el día más largo y la noche más corta del año (y al contrario en el hemisferio sur).
Aunque comúnmente se tiene la creencia de que las estaciones vienen determinadas por la proximidad o lejanía de la Tierra respecto al Sol, el motivo tiene más que ver con la inclinación del eje sobre el que gira el planeta.
Además, aunque en el solsticio de verano el hemisferio norte recibe más luz solar que cualquier otro día del año, este no es el día más caluroso. Esto se debe a que la capa protectora de la atmósfera y los océanos absorben los rayos solares que reciben y la energía no se libera hasta semanas después. Así, en el hemisferio norte tenemos los días más calurosos en julio o agosto y no en junio durante el solsticio.
Diferencias con el equinoccio
Se producen dos solsticios y dos equinoccios cada año. El solsticio de junio conlleva el paso al verano en el hemisferio norte y al invierno en el sur, mientras que con el solsticio de diciembre comienza la estación invernal en el norte y el verano en el sur. El paso a la primavera y el otoño viene determinado por los equinoccios: el de marzo da comienzo a la primavera en el hemisferio norte y al otoño en el sur y viceversa.
Otra diferencia se encuentra en la duración de los días. Mientras que en el equinoccio día y noche alcanzan la misma duración, en el solsticio de verano los días son más largos y en el de invierno más cortos.
En 2019, tuvimos el primer equinoccio, el de primavera, el 20 de marzo y el solsticio de verano se dio el 21 de junio. El 23 de septiembre da inicio el otoño y es el 22 de diciembre cuando comienza el solsticio de invierno. Sin embargo, aunque el solsticio dura varios días, el equinoccio se presenta en un momento concreto en el tiempo.
Celebraciones y mitos
Son muchas las culturas que celebraban ritos o tienen creencias vinculadas a los eventos astronómicos.
Por ejemplo, los egipcios construyeron las pirámides utilizando los equinoccios y solsticios para orientar las caras de las edificaciones. Además, desde la Gran Esfinge puede verse el Sol justo entre ambos monumentos durante este momento del año.
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La cultura inca también celebraba el solsticio, en su caso el de invierno. Para ello realizaban una ceremonia llamada Inti Raymi. El nombre de la celebración significa “Fiesta del Sol” en quechua y en su origen había ofrendas de comida y sacrificios de animales e incluso de personas. La fiesta ha evolucionado y aún hoy en día una de las celebraciones más importantes de Perú, Ecuador y otros países de los Andes a pesar de que fue prohibida por los conquistadores españoles al considerarla pagana y contraria al catolicismo.
También los mayas prestaban especial atención a los solsticios. En Guatemala se descubrió una antigua ciudad maya que permanecía enterrada. En ella se encontró un observatorio astronómico donde los edificios habían sido diseñados para alinearse con el astro rey en los solsticios.
Quizá el más conocido de todos los monumentos a los solsticios de invierno y verano sea Stonehenge. Esta construcción sigue rodeada de enigmas pero lo que sí que se conoce es que las piedras que lo conforman están alineadas para marcar la salida y la puesta de sol durante ambos solsticios.
A 700 años luz
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